¿Qué está pasando en la política mundial?, se preguntan, sin entender por qué Angela Merkel, a pesar de haber logrado preservar a Alemania de la crisis, pierde una votación tras otra, ni comprender cómo Sarkozy ha perdido casi toda su popularidad y teme perder las próximas elecciones frente a Marine Le Pen, la heredera de la extrema derecha francesa. Los políticos no se explican cómo Obama, el mesías de la izquierda norteamericana y mundial, ha perdido su carisma y buena parte del impresionante respaldo que obtuvo hace poco más de dos años. El español Zapatero, maestro en talante y poseedor de una dialéctica buenista que parecía imbatible, se siente tan rechazado por su pueblo que ha tenido que anunciar su retirada en 2012 para proteger a su partido de un dramático desastre electoral.
Y, sin embargo, la explicación es simple: el mundo está cambiando profundamente, sin que sus protagonistas perciben el cambio. Los políticos siguen aplicando viejas recetas superadas y trasnochadas. La realidad les ha superado y su mundo se derrumba sin que ellos sean conscientes. Les ocurrirá lo mismo que cuando se derrumbó el Muro de Berlín, que a todos les cogió por sorpresa, aunque aquello estuvo cargado de lógica.
George Lakoff, en su estupendo manual sobre lenguaje y marketing político "No pienses en un elefante", describe un mundo que ya no existe, a pesar de que él fue uno de los artífices de la victoria de Obama. Dice Lakoff que los votantes eligen siempre entre un padre severo (derecha) y un padre protector (izquierda). Reagan y los Bush fueron modelos de padres severos, mientras que Obama encarnó todos los atributos del padre protector. Los americanos, simplificando, votan a los severos cuando necesitan sentirse fuertes y conducidos con mano firme, y a los protectores cuando quieren recuperar valores y abrirse al mundo.
Ese esquema de una derecha fuerte y severa, creadora de riqueza y portadora de seguridad y disciplina, frente a una izquierda protectora de los más débiles y abierta a las reformas, es el que ha dominado la política mundial desde el siglo XIX hasta hoy, funcionando de manera casi milimétrica. El problema es que ese modelo ya no sirve porque ha sido repudiado y abandonado por los ciudadanos de todo el mundo, sin que los políticos, alienados y encerrados en sus burbujas de lujo, privilegio y arrogancia, lo perciban.
Hay tres grandes columnas sostenedoras de la política mundial que se han caído en nuestro presente:
La primera es que la gente ya no quiere elegir a padres, ni severos ni protectores, sino a iguales, a ciudadanos que no se endiosen ni se separen demasiado de la sociedad, a gente inmune a los privilegios, capaz de responder ante el pueblo de lo que hacen. La figura del "padre", vigente en la política mundial durante muchos milenios, desde los tiempos de los faraones, generadora de reyes absolutos y políticos endiosados, ha muerto y tiene que ser sustituida con urgencia.
La segunda es una consecuencia de la primera y consiste en que el concepto de representatividad, como se ha entendido durante siglos, ya no sirve. Los ciudadanos no quieren firmar cheques en blanco, ni permitir a sus líderes que hagan lo que quieran durante los años que dura la legislatura, sino que quieren controlarlos de cerca, vigilarlos y obligarlos a rendir cuentas, permanentemente, al pueblo soberano. Ya no están dispuestos a soportar que los políticos decidan en contra de la opinión pública y que sean ellos, en exclusiva, los que tomen las decisiones.
La tercera de las grandes columnas derrumbadas es que el imperio de la ética se impone sobre todos los demás valores y mandatos. Al "padre" se le permitía mentir, engañar y hasta disfrutar de privilegios injustos y ser un poco violento con tal de que garantizara que las cosas marcharan bien. Pero eso ya se ha acabado. La gente quiere ahora en el poder a cudadanos impecables, a personas de probada virtud, no a chorizos ni a mentirosos que viven de los privilegios, del boato del poder, del engaño y de la rapiña. No soportan más la oscuridad que se deriva del "secreto" de Estado. Los ciudadanos quieren votar a iguales que sean ejemplares y cargados de valores, ciudadanos que asuman temporalmente la responsabilidad de gobernar, con espíritu amateur, rindiendo cuentas al pueblo y actuando, por sus valores y comportamientos, como auténticods modelos a imitar.
Las consecuencias del cambio de cultura política son enormes y ni siquiera los que llevamos años investigándolo somos capaces de darnos cuenta de la inmensa profundidad de las transformaciones que se están produciendo. No es un cambio de tendencia, sino de ciclo. No es un un golpe de timón, sino un auténtico cambio de rumbo. Hasta ahora era suficiente con cambiar de padre para sentirnos a gusto, pero, a partir de ahora, hay que cambiar el sistema. La gente ha descubierto que de nada sirve sustituir a Bush por Obama si ambos mienten y si tanto uno como otro son capces de llevar a los ciudadanos hasta una guerra que no desean. En España, ¿de que nos ha servido sustituir a Aznar por Zapatero, si ambos han sido arrogantes, mentirosos, escasamente demócratas y capaces de aprobar leyes y de implicarnos en guerras y dramas, en contra de los deseos del pueblo soberano?
Aunque el mundo esté lleno de berregos sometidos y de rebaños confundidos, sin personalidad y cargados de miedo, el cambio ya ha empezado y es indetenible. Los partidos políticos sin controles, con canallas y chorizos esquilmando países, los exegetas de Dios capaces de gobernar en contra de los deseos de sus pueblos, al igual que los sátrapas con carismo y los falsos demócratas camuflados, no tienen sitio en el mundo nuevo que despunta.
¿Por qué los políticos aparecen ya en las encuestas como el tercer gran problema del país, un tercer lugar que en realidad es un "primero" porque los políticos son culpables de los problemas uno y dos? ¿Por qué la gente siente unos deseos irrefrenables de castigar a los que gobiernan mal el mundo? ¿Por qué los ciudadanos votan cada vez con más frecuencia contra lo que les proponen sus líderes? ¿Por qué los políticos, que deberían ser considerados como héreos y servidores públicos, son odiados? La única explicación auténtica es que el mundo está cambiando, sin que los imbéciles, los sinvergüenzas y canallas perciban ese cambio.
El amanecer de una nueva política ya es visible en el horizonte, pero, por ahora, son pocos los que pueden verlo. la mayoría, sobre todos los que, como los políticos y muchos poderosos, se bañan en la arrogancia y en los lujos del poder, no tienen ni idea de lo que se les viene encima.