Este nuevo mundo que empuja, ese futuro que ya es presente, se abre paso de manera imparable y los políticos que lo impiden serán arrasados.
Caminamos hacia una nueva era que explosiona. No conocemos sus contornos, pero si conocemos algunos de sus rasgos. Todo cambia, pero los partidos políticos, llenos de parálisis y telarañas, siguen en el siglo XIX.
¿Por qué la política se ha convertido en la gran rémora?
Hay factores y problemas económicos que los políticos no saben resolver. La ética es escasa en una clase política cada día menos preparada, dominada por los mediocres. La etapa actual es de crecimiento lento y bajo. La inversión esta más baja que en 2007. El desempleo sigue alto. Las políticas sociales han sido relegadas. La riqueza se está transfiriendo desde los trabajadores y clases medias a los ricos. Las empresas, que son las creadoras de empleo y riqueza, están siendo maltratadas por muchos gobiernos, obsesionados por recaudar. Todo esto a pesar del dinero barato que llueve desde los bancos centrales. Otro factor es la demografía. En los años 60 había seis trabajadores por jubilado, hoy hay tres y pronto serán dos trabajadores por jubilado. Pero la causa principal es que los políticos no quieren cambiar porque viven en un cielo que ellos han creado, donde son los únicos en el mundo que no pagan sus errores y fracasos, que cobran aunque gobiernen mal, que toman decisiones sin tener que beneficiar con ellas a la gran empresa que gobiernan, que es la sociedad. Se han convertido en dictadores y en opresores de un pueblo marginado y desarmado de poder e influencia.
Está llegando la revolución digital, que es una nueva revolución industrial, con redes, móviles, interconectividad e hiperinflacion de conocimiento, pero los políticos de hoy son hermanos gemelos de los de hace un siglo o dos. Nada cambia en la política, que es el sector más estático, anquilosado y obsoleto del planeta.
La reacción de los ciudadanos ante la rémora de los políticos, que para colmo de males han construido un mundo injusto y desequilibrado que ellos no quieren cambiar, es la rebeldía creciente. La elección de Trump, el rechazo a la paz guerrillera en Colombia, los movimientos antiestablishment y el rechazó del acuerdo Europa y Canadá por el parlamento de Valonia son algunos ejemplos de esa rebeldía, cuyo reflejo claro es el rechazo y hasta odio a la clase política que revelan las encuestas.
Contrariamente a lo que ocurre en las empresas, los accionistas de una nación, que son los ciudadanos, no pueden expulsar a sus malos administradores porque éstos, los políticos, se han apropiado del Consejo de Administración y han marginado a los dueños, que son los ciudadanos. De hecho, la política actual, como está concebida en las falsas democracias que vivimos, es un robo a la ciudadanía y una malversación constante del sistema.
Ante la frustración ciudadana, ante el tapón que representan los políticos, que frenan el progreso de la Humanidad, la presión aumenta en la caldera y si no llegan las reformas profundas y la regeneración, la caldera estallará, como ha ocurrido siempre en la Historia cuando los que mandan han intentado impedir el progreso.
Francisco Rubiales