Los políticos y las rotondas

Publicado el 20 julio 2010 por Davidsaavedra21

Los políticos son aquellas personas que aparecen en nuestras vidas sin que nadie los haya llamado previamente. Algunos de ellos se marchan cuatro años después, y a otros los echan cuando pretenden quedarse más de ocho. A pesar de esta fugacidad, suelen dejarnos un legado bastante visible, sobre todo en las ciudades. Últimamente, casi todas las reformas urbanísticas llevan asociadas un elemento muy reconocible para conductores y peatones: las rotondas. Por alguna razón, han decidido que para regir la preferencia en las intersecciones los semáforos ya no son útiles, y cada vez son más los que pasan directamente al chatarrero.
Sin embargo, yo le he estado dando varias vueltas (al asunto, no a las rotondas), y he sacado algunas conclusiones. Creo que ambos elementos están íntimamente ligados, ya que se pueden explicar muchos comportamientos de los políticos utilizando las rotondas como metáfora.

La esencia

Las rotondas, en esencia son todas iguales. Unas son más grandes que otras, unas tienen monumentos en el centro y otras tienen jardineras, y otras combinan las dos cosas. Los políticos también son todos iguales, simplemente cambian su decoración, como las rotondas. Todos prometen cosas imposibles, para luego darte la mitad de lo que habían dicho e intentar convencerte de que te están dando el doble. Siempre hay alguna excepción, pero claro, esos políticos son aquellos que en sus programas electorales llevan la idea de hacer las rotondas cuadradas…y evidentemente nunca consiguen ganar las elecciones. 

La circulación

A lo largo de sus carreras políticas, estos señores suelen mantener un mismo rumbo. Al igual que en las rotondas, algunos entran por el carril de la izquierda, y otros por el de la derecha; sin embargo para salir siempre se toma el mismo camino. Algunos se cambian de carril a medio camino, y otros les dan tantas vueltas que al final ya no saben ni por donde están circulando. También están los que se creen ser más listos que el resto, y pretenden darle la vuelta a la rotonda sobrepasando los límites de velocidad. En esos casos, muchos acaban volcando estrepitosamente, y lo peor de todo, provocando daños en el mobiliario urbano; que a la postre los pagan los ciudadanos. 


Cuando se llega a una rotonda, aparece gente por infinidad de sitios, y todos tienen un objetivo claro, quieren entrar los primeros. En la política pasa lo mismo, cada vez nos encontramos gente que viene desde sitios muy distintos (presidentes de fútbol, actores, constructores, empresarios…) y todos quieren entrar en ella. 


El comportamiento

El código de circulación nos dice que siempre tenemos que conducir de manera respetuosa con los demás, respetando las preferencias y actuando con educación y buenos modales. El código de circulación política tiene dos temas bien diferenciados: en campaña y en el gobierno. En campaña se recomienda ceder el paso a cualquier votante potencial, también es recomendable saludar a todo el mundo por la ventanilla, e incluso darle buenas propinas a los gorrillas que te asisten en el aparcamiento. Cuando se pasa al gobierno, es mejor que te lleve un chófer, las lunas preferiblemente tintadas, y nunca están de más las reformas que intenten sacarle impuestos hasta a los gorrillas. 

Las simpatías

Siempre se ha dicho que para gustos los colores, pero en este caso las preferencias son mucho más complejas de entender. Ya puedes colocar el David de Miguel Ángel en una rotonda, que habrá personas que te dirán que eso es una completa basura. Y, por otro lado, hay personas que admiran una rotonda aunque la decoración sea horrorosa y se la coloquen enfrente de la portada de su cochera.
Hasta hace relativamente poco tiempo, no había muchas rotondas, estaban situadas en puntos muy selectos de las ciudades. Sin embargo, hoy en día nos las encontramos en cualquier esquina. Con los políticos ha pasado algo muy similar, antes eran cargos que ostentaban personas preparadas a conciencia para desempeñarlo. Hoy en día, se está degenerando mucho, quizá demasiado, la clase política. Antes se les diferenciaba por llevar traje y corbata, o camisa de cuadros y chaqueta de pana. Ahora, se les reconoce por llevar los pantalones a la altura de los sobacos y el pelo engominado hacia atrás. Cada vez se les ve más por los platós de televisión que por el Congreso.