Una gallina que vivía en un pequeño corral sintió que le había llegado la hora de poner un huevo. Y antes de poner el huevo hizo un nido con suaves pajas.
Momentos después, puso su apreciado huevo sobre el nido y se quedó allí calentándolo. Cuando llegaba la noche, la gallina leía cuentos infantilescon valores al bebé pollito que aún estaba dentro del cascaron.
Muchas veces estaba tan ilusionada que pensaba cómo sería su bebé pollito:
_ ¿Será marrón, negro o amarillo? ¡No me importa el color, lo importante es que salga sano!_ afirmaba con mucha dulzura, acariciando el huevo con una de sus alas.
Una noche mientras calentaba el huevo, la gallina sintió que algo se estaba moviendo dentro del cascaron. Apartándose miró fijamente cómo un pollito comenzó a picar el cascarón hasta que sacó una patita y luego la otra. Con mucho esfuerzo salió del huevo carraspeando y tosiendo un poco.
Segundos después salió otro pollito del mismo huevo piando:
_ ¡Pí o, pí o, pío, pío pío!
La gallina se quedó sorprendida al descubrir que habían salido dos pollitos del mismo huevo. Eran dos pollitos gemelos, amarillos e idénticos.
La mamá gallina estaba tan feliz que rápidamente los cubrió bajo sus alas.
Momentos después, llegó papá gallo de trabajar. Cuando la gallina le mostró a los bebés pollitos se desmayó, patas arriba al descubrir que eran gemelos.
Rápidamente la mamá gallina se acercó al gallo y echándole aire con sus alas le despertó del desmayo. Finalmente decidieron ponerle nombres a los bebés: a uno le pusieron Piolisto y al otro Lito.
Pasados los meses los pollitos iban creciendo. Aunque físicamente eran idénticos, en su forma de ser eran muy diferentes.
Piolisto era un pollito tan inquieto y travieso, que cada vez que su hermano el pollito Lito se acurrucaba bajo las alas de mamá gallina, él corría y tomándolo por las patitas lo sacaba a rastras de debajo de las alas de mamá gallina.
Luego salía corriendo y se subía sobre el techo del corral. Cada vez que papá gallo veía esta situación, ponía una de sus alas sobre su frente y gritaba:
_ ¡Dios mío, dame paciencia! ¡Esto es grande ser padre!
Segundos después gritaba desesperado:
_ ¡Piolisto baja de ahí, puedes caerte y hacerte daño!
Y así iban pasando los meses. Piolisto haciendo de las suyas y Lito pintando y leyendo tranquilamente.
Papá gallo y mamá gallina estaban preocupados por el comportamiento inquieto de Piolisto. Los pollitos eran muy distintos y no encontraban la manera de educarlos basados en sus diferencias.Una tarde, mientras merendaban en la terraza del corral vieron al pollito Piolisto salir de su habitación con sus plumitas amarrillas bien estiraditas y pateando una pelota.
_ ¡Ya lo tengo!_ exclamó papá gallo.
_ ¡Qué dices cariño!_ preguntó mamá gallina.
_ Debemos inscribir al pollito Piolisto en una escuela de fútbol. Creo que le gustará, es una actividad que le permitirá estar en movimiento.
A mamá gallina le pareció muy buena la idea. Cuando se lo comunicaron a Piolisto éste piaba de alegría sin parar de saltar.
Una vez inscrito en la escuela de fútbol, sus padres siempre le apoyaban yendo a verlo jugar.
Pasados algunos años el pollito Piolisto se convirtió en el mejor futbolista del equipo amarillo. Disfrutaba haciendo lo que realmente lo gustaba hacer.
De esta manera, con amor, negociación y orientación ambos padres lograron que sus hijos fueran muy felices haciendo lo que a ellos realmente les gustaba.Autora: María Abreu
Enseña al niño el camino en que debe andar, y aun cuando sea viejo no se apartará de él. (Proverbios 26:6)