Con
permiso de mi amigo y antiguo estupendo
profesor de historia, Juan V. Rubio,
taurino de cuna pero un tanto blandito en los últimos años cuando hace críticas en la materia dados sus postulados
‘toristas’ de hace algún tiempo – serán la docena larga de quinquenios, como él
mismo reconoce- , voy a recordar el antiquísimo manifiesto de los persas para
referirme después, desde su meollo, al modo más dictatorial que
presidencialista, siendo éste el remedo inicial de aquél, con que algunos mandatarios de instituciones
relevantes ejercen sus responsabilidades.
En
la antigua Persia, cuando un rey sustituía a otro, sus súbditos se postraban de
hinojos ante él repitiendo el llamado ‘Manifiesto de los persas”, que acababa
con una frase memorable entonada al unísono por todos ellos ante la mirada
complaciente del nuevo monarca: “Aquí nos tienes señor, lejos de nosotros la
funesta manía de pensar”. Y claro, el futuro sátrapa de turno, viendo a los más
notables de su reino arrodillados a sus pies y diciendo tamaña ignominia para
complacerle mostrando su fidelidad más humillante, crecía dos palmos tanto
física como anímicamente y a partir de ahí reinaba sin freno ni tasa haciendo a
menudo su voluntad más dictatorial por las buenas, las malas,
o peores, sin reparar en nada.
Hoy
en día tenemos a algunos de ellos muy relevantes en nuestro deporte, y el
fútbol no iba a ser una excepción, tanto en clubes como en federaciones. Y de
monetaria manera estarían justificados quienes se juegan sus cuartos en lo que
presiden. Pero los que no han puesto nunca un duro, o pocos, ni piensan poner, sino
que muy al contrario aprovechan su cargo para vivir como reyes persas porque de
un modo natural, con lo que le da su mata, serían incapaces de hacerlo,
producen vergüenza ajena no sólo por ellos, que también y mucha sobre todo
cuando se les conoce su ‘pelagatería’ anterior, sino principalmente por los
presididos. Y en ese papel vergonzante entran tanto las propias entidades
representadas por tales paniaguados, como los clubes y aficionados a los que
rigen y pastorean. Yo conozco a unos cuantos en nuestro entorno inmediato,
algunos muy significados, y supongo que ustedes también. Pero vayamos a los que
presiden los clubes más insignes de nuestro deporte por excelencia.
El
Sr. Pérez decidió a mediados de los
noventa del siglo pasado salir de su más frustrante anonimato por sus
querencias populistas y empresariales, presentando su candidatura a presidir el
Real Madrid. Se llevó un revolcón en su primer intento, 1.995, porque le
madrugaron los votos por correo – él dixit- los chicos de Mendoza con Lorenzo Sanz
a la cabeza. En su segundo, allá por el
2.000, se aplicó el cuento devolviéndoles con creces la jugada ganando unas
votaciones en las que el antiguo maniobrero ‘mendocino’ y presidente
sucesor Sanz, se durmió en los laureles
de las 7ª y 8ª Copas de Europa ganadas
en el 98 en Amsterdan, ante la Juventus de Zidane, y en el propio año electoral en París, en el 2.000, ante el
Valencia de Cooper; aparte de la
Liga intermedia.
A
partir de ese momento inició una gestión que pretendía personalista pero que
partió de la sabia premisa de mantener el bloque anterior, con Del Bosque al frente y la guinda del
fichaje electoralista de Figo,
birlado al Barça del empequeñecido Gaspart,
y algunos retoques de menor cuantía. Y tuvo un éxito inicial importante ganando
la Liga, la Champions y la Liga de nuevo, en el inicio de la etapa galáctica,
incorporando a Zidane y Ronaldo como estrellas mediáticas y
futboleras.
Una
vez el choto en la cuadra, ganándose el favor del respetable de un modo
multitudinario con los aficionados blancos postrados en plan persa y Valdano de maestro de ceremonias, pensó
que había llegado el momento de ejercer como tal rey déspota, y empezó a cavar
su primer gran fracaso. Prescindió del entrenador heredado y de un baluarte
como Hierro, fichando supuestos
galácticos más vendedores de camisetas que otra cosa, Beckham fue el caso más flagrante; a partir de ahí no ganó nada. Luego, en el
2.006 tuvo que coger el taurino olivo porque había convertido el club blanco en
algo ingobernable.
Sus
demás mediocridades son historia reciente, y ahora se encamina hacia su segunda
y definitiva ‘culá’. Pero, eso sí, una mayoría de aficionados madridistas
siguen postrados a sus pies en plan de irreflexivos súbditos persas, por los
continuos señuelos que cada año les lanza. (Seguiremos. sDq)