Vivimos entre el monte y el río, pegados a la ciudad. Justo en el punto exacto entre la civilización y el entorno urbano, perfecto para tomar lo mejor de uno y de otro, para bucear entre el gentío o para perdernos en el silencio del campo.
Abril ha sido muy propicio para esto último. Los primeros rayos de sol y la luminosidad de unos días cada vez más largos nos han llevado de nuevo al río.
Los primeros chipi-chapa con los guijarros más planos, la sensación de emoción al levantar una piedra grande y ver qué hay debajo, tirar palitos que se convierten en pequeñas chalupas y chocar las piedras entre sí por placer, por hacer ruido.
Hemos experimentado con todo ello y mucho más: el olor del río, imaginar dónde se esconden los pájaros cantarines de los árboles, la búsqueda de patos y la emoción al descubrir a lo lejos a un gato callejero bebiendo en la orilla.
¿Quién no quiere ser niño y volver a disfrutar de todo ello sin prisa? ¿Nos acompañáis al río?
Experimentar en la naturaleza es la mejor forma de aprender sobre la naturaleza. Esto no se enseña en el aula, como se defiende aquí.
* En aquella encuesta que pedí rellenar aquí, mucha gente me dijo que quería ver más fotos y que éstas tuvieran más protagonismo. Es justo lo que yo también quiero, así que, de vez en cuando, publicaré post fotográficos como éstos, sin olvidar el resto de contenido. Ya se sabe que una buena imagen dice más que mil palabras.