Los primeros turistas *
Marco A. Almazán
En las losas que servían de periódicos, aparecían grandes e incitantes anuncios desplegados: "Viaje Ahora y Pague Dentro de Dos Milenios", "Sacúdase el Complejo de no Conocer los Continentes Surgidos Durante el Plioceno", "El Oriente le Espera con los Volcanes Abiertos"... Para los ciudadanos de Ulan Bulak, el Oriente —como habrá adivinado el sagaz lector— era nada menos que América: un hemisferio virgen, libre de "smog", de embotellamientos de tránsito, de manifestantes, de centrales obreras, de falsificadores de títulos agrarios, de radios de transistores, de telenovelas, de oficinas gubernamentales. En fin, una delicia de continente.
No es de extrañar, por lo tanto, que la familia de los Ul Mec, una de las más antiguas y respetables de Ulan Bulak, decidiera empeñar hasta el último pedernal para inscribirse en una de estas excursiones. Los atraía principalmente la llamada "Vacaciones en Patagonia", que por un módico pago inicial y letras hasta el final de la época cuaternaria, ofrecía un fantástico recorrido a todo lo largo del nuevo continente, desde el helado estrecho de Behring (que en aquellos tiempos no era estrecho, sino lo suficientemente ancho para que pudieran pasar por él los grupos turísticos), hasta los imponentes picachos de la Tierra del Fuego, en el extremo meridional de hemisferio.
Durante varias semanas se estuvo anunciando "Vacaciones en Patagonia", con el resultado de que, al comenzar el verano, quedó integrado un grupo de veinte familias de lo más granado de Ulan Bulak, entre las cuales los Ul Mec ocupaban sitio distinguido.
Esta maldita costumbre de los Ul Mec de llegar tarde a todos los sitios, bien pronto constituyó la desesperación de los guías del grupo turístico. Como se comprenderá, en un recorrido tan largo el éxito de la excursión dependía dela habilidad para hacer y deshacer maletas en tres minutos, de la puntualidad necesaria para estar a la hora exacta en un sitio determinado y de la suficiente disciplina para obedecer las instrucciones del conductor. Y todo ello estaba manifiestamente reñido con el carácter y temperamento de la familia Ul Mec.
A las 7 de la mañana —decía el programa— desayuno a orillas del río Yukon. A las 7.20, visita al cráter del volcán que surgió anteanoche. A las 8.10, recorrido del pantano sulfuroso para ver cómo ponen sus huevos los braquiópteros. A las 9.05, combate de megaterios en la floresta de Minikiwani. A las 10.15, emprender la marcha hacia el sur. A las 12, almuerzo a base de chuletas de mamut a orillas de un río de lava. A las 12.45, abordar los diplodocos para llegar a la frontera de Oregón...
Durante la peregrinación al sur, siempre hacia al sur, mamá Ul Mec continuó teniendo hijos, como era su costumbre, con el resultado de que al pasar por lo que ahora es California, la familia contaba ya con otros siete miembros adicionales. Más aún, una de las hijas solteras se escapó con tino delos guías, pero a los diez meses se reintegró al seno de la rezagada familia con un par de robustos mellizos, que le tocaron de premio. Y como si la explosión demográfica fuera poca, sin saber cómo, ni por qué medios, ni con la intervención de quién, la abuela también dio a luz al entrar en lo que ahora es el estado de Sonora.
Los turistas continuaron su viaje por el riñón del continente sudamericano, en tanto que los Ul Mec, pasito a paso, apenas iban por la actual Sinaloa llenándose de hijos y llegando tarde a todas partes. Cruzaron la Sierra Madre Occidental, descendieron por los fértiles campos del Bajío, pasaron las posadas en el valle de México y siguieron adelante. Poco a poco fueron enamorándose del país, de su clima ideal y de su espacio ilimitado. Atravesaron lo que ahora es el estado de Veracruz y llegaron a tierras de Tabasco deteniéndose a orillas del río Tonalá en espera de que llegara la panga de Caminos y Puentes Federales de Ingresos. Pero como nunca llegó, pues alguien se había robado una importante pieza de la maquinaria, los viajeros decidieron quedarse.
El Clan de los Ul Mec nunca regresó a Mongolia, ni logró alcanzar al grupo turístico que eventualmente llegó a la Patagonia. Se quedaron para siempre en las risueñas costas del Golfo de México, y con el correr de los siglos dieron origen a una portentosa cultura, la cultura olmeca, que está considerada como una de las primeras que florecieron en nuestro país. De paso nos legaron el hábito de la impuntualidad y la costumbre de tener hijos a montones.
Columnista del periódico "Excélsior", de la Ciudad de México y de "El Porvenir" de la ciudad de Monterrey, N.L.
Tomado de "Episodios Nacionales en Salsa Verde".