Los Puertos de paso desde la Cordillera Cantábrica hasta la Meseta: El Portillo de Lunada y el Pîcón del Fraile.

Por Rafael @merkabici
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Los Puertos de paso desde la Cordillera Cantábrica hasta la Meseta: El Portillo de Lunada y el Pîcón del Fraile.

by Macos Pereda Herrera 5 octubre, 2014 0 comments

Hoy, para terminar con nuestras descripciones sobre las diferentes vertientes que presenta el Portillo de Lunada, dentro de la serie que estamos dedicando a los puertos de paso hacia la Meseta, nos detenemos en un ramal muy especial, que puede ascenderse casi desde la misma cima de este puerto, y que representa una adición de enorme dureza al mismo, llegando a cambiar casi por completo su fisionomía. Hablamos de la curiosísima carretera al Picón del Fraile.

Analicemos primero el por qué de esa curiosidad. Cuando hablamos del ramal del Picón del Fraile lo hacemos de una carretera que lleva a una base militar del ejército español…en activo. Es decir, que allí aun hay militares y en teoría pedalear por esa carretera está prohibido en toda su extensión. No obstante si somos lo suficientemente osados podremos pasar la bicicleta y nosotros mismos por uno de los lados de la valla que impide el acceso a vehículos motorizados y ascender por lo que resulta ser una carretera sin nada de tráfico. Eso sí, debemos de ser conscientes de que estamos haciendo algo prohibido, y de que en cualquier momento nos pueden dar el alto metralleta en mano, e incluso hacernos borrar las fotografías que hayamos tirado en esa ascensión…no sería la primera vez. En esos casos debemos disculparnos (recuerda…estás haciendo algo prohibido), explicar al militar en cuestión que sólo queríamos llegar a lo más alto del puerto, y dar media vuelta sin armar lío. Porque siempre vamos a llevar las de perder, amigos.

Aclarado este punto debemos de apuntar que, tiros al margen, nos encontramos con una subida que haría temblar al más pintado, puesto que en sus menos de cinco kilómetros, que empiezan casi desde la misma cima de Lunada (apenas hay que descender unos quinientos metros si subes por la parte cántabra), se suben más de 300 metros, con rampas realmente espeluznantes.

El comienzo es bastante sencillo, apenas al siete por ciento, y nos permite ir cogiéndole el ritmo a la ascensión, siempre por un asfalto impecable y, como es lógico, con nada de tráfico. Pero ya en el segundo kilómetro nos enfrentamos a una rampa muy sostenida al once por ciento durante varios cientos de metros, que concluye junto a un descansillo, falso llano ascendente, que discurre por casi todo el tercer kilómetro.

Una vez acabado el descanso tan sólo habrá infierno hasta la cima, con un kilómetro a más del ocho por ciento de media, con rampita al doce mediante, y quinientos metros finales con una media del trece por ciento, con concluyen con un rampón al 16 % que, tras más de 36 kilómetros de tortura y subida, olvidaremos con mucha dificultad. Las vistas desde la cima son majestuosas, llegándose a ver en días despejados las primeras estribaciones de los Pirineos. Nos encontramos ante el pico más alto de la zona, por lo que apenas nada se interpondrá ante nuestros ojos. Eso sí, no te demores demasiado en bajar, no tientes a tu suerte y no molestes demasiado.