Cuando leo las historias que publican en este blog, por muy tristes que sean, siempre encuentro que dicho relato es enternecedor y que, pese a que no siempre tienen un final feliz, por lo menos existe una trama. Existe amor, desengaños, encuentros y desencuentros, una vida por descubrir…
Yo tengo más de setenta años. No viví mi homosexualidad hasta más allá de los cincuenta. Y cuando lo hice, cuando me quedé solo, me sentí en un mundo que me era extraño. Un mundo cuyas claves no comprendía. Me pasé toda una vida deseando tener las fuerzas para dar el paso y cuando lo hice me di cuenta que no estaba entrenado para semejante experiencia.
Quienes peinan canas y recuerdan aquella triste etapa, sabrán que no era fácil. Es cierto que existían hombres con una fortaleza envidiable y que paseaban su pluma frente a los grises con un desparpajo y una valentía a prueba de empujones y calabozos. Las historias de algunos de aquellos personajes han sido rescatadas en el cine o en la televisión. Otros murieron tras plantar cara a la opresión y sus historias no son conocidas. Yo, en mi caso, opté por la salida más sencilla: ocultar que era gay y refugiarme en una familia que construí con mucho cariño, pero…
Uso en exceso los puntos suspensivos. Es como mi vida. Una frase inacabada. Una frase que no sé cómo continuar. Menudo viejo idiota estoy hecho. Escribir este relato sólo me sirve para desahogarme y para encontrarme a mí mismo, mi historia sin sustancia, sin pasión, sin el amor que reflejan otras.
Con el paso de los años y tras muchos episodios sórdidos en zonas de cruising, decidí poner fin a mi corta aventura en el ambiente. Volví a mi casa, me refugié esta vez en mis amigos de toda la vida y en todos mis libros. De vez en cuando, me conecto a Internet y navego en blogs como éste. Leo y releo las historias y me emociono. Me emociono con cada una de ellas, sean tristes o alegres. Cometo la torpeza de decirme a mí mismo que ese chico pude haber sido yo. Pero no, nunca será así.
Agradezco, pese a la pena que me producen, cada uno de los relatos. Sé que me enternecen, pero a la vez me transmiten una pasión y una frescura que siempre soñé para mí. Ahora trató de ser cada uno de los protagonistas de los relatos, un día Felipe y otro Alberto. Y descanso. Descanso con cada una de sus palabras.