Ganador de dos Oscars por sus guiones de “Entre copas” y “Los descendientes”, Alexander Payne es un consagrado cineasta que saltó a la fama tras dirigir la interesante “Election” (1999), película que, tras una trama sobre elecciones escolares en un instituto americano, escondía una ácida reflexión sobre la conducta humana y, si me apuran, sobre la propia democracia, alejándose así de las típicas cintas acerca de adolescentes y “high schools” tan habituales en la cinematografía estadounidense. Payne disecciona a los personajes y los somete a un severo examen para luego ser benévolo con ellos. A través de un acertado e inteligente sentido del humor, sus comedias reflejan tanto el drama como la comedia, y de esa mezcla termina por brotar un refinado sentimentalismo.
Ahora estrena “Los que se quedan”, otro filme con su sello personal que comienza en un gélido escenario, mostrando los aspectos más odiosos de sus protagonistas para, después de exprimirlos, obtener un jugo más dulce. El realizador se empeña en mostrar la bondad escondida en todas las personas, sin por ello dejar de exhibir los aspectos más amargos de sus personalidades, escribiendo primero sus historias y filmándolas después. En principio, no parece que el relato entrañe demasiado interés. Incluso durante algunos momentos la proyección avanza con una lentitud tan anodina como la propia realidad que refleja. Sin embargo, al finalizar, resulta imposible negar la sensibilidad y riqueza que la obra encierra.
Encarna el papel principal un antipático profesor de internado que no le cae bien a nadie, ni a sus alumnos, ni a sus compañeros de docencia, ni a los directores del centro educativo. Su excesivo rigor y dureza le han generado los recelos y odios de la comunidad al completo. Por ello, es el elegido para pasar las Navidades con esos escolares que, por diversas circunstancias personales, no pueden disfrutar de tan señaladas fechas con sus familias. Así, deberá realizar durante las dos semanas de vacaciones las correspondientes labores de vigilancia y control de unos pocos estudiantes, acompañados también de una cocinera. La convivencia se torna cada vez más tensa hasta que, con el paso de los días, quedará únicamente uno de los jóvenes. El choque generacional, unido a la diferencia de caracteres, provoca múltiples conflictos y situaciones pintorescas. Sin embargo, contra todo pronóstico, ambos terminan conectando, generándose entre ellos una relación de reconocimiento y ayuda mutua.
En la actual temporada de premios, “Los que se quedan” ya ha obtenido dos Globos de Oro (mejor actor de comedia y mejor actriz secundaria) y el aval de multitud de asociaciones de críticos. El American Film Institute ha elegido esta producción entre las diez mejores del año, mientras que la National Board of Review le ha otorgado los galardones a mejor actor, guion original y actriz secundaria. Los tres sindicatos que han anunciado sus nominaciones (actores, directores y productores) la han incluido en sus listados y, a buen seguro, optará a varias estatuillas doradas en sus anuncios del próximo 23 de enero.
Por encima de todo, sorprende la capacidad para mostrar ternura, melancolía, dramatismo, sátira y elocuencia en un trabajo que rezuma sencillez y, al mismo tiempo, complejidad. Y es que, en el fondo, constituye un reflejo del ser humano, que igualmente es así de sencillo y así de complejo.
Da la impresión de que Paul Giamatti será el único actor capaz de hacerle sombra a Cillian Murphy este año. Reúne en su filmografía innumerables actuaciones destacables, como las de “Entre copas”, “American Splendor”, “Cinderella Man”, “Los idus de marzo”, “Al encuentro de Mr. Banks” o televisiva “John Adams”. En “Los que se quedan” lleva a cabo una interpretación maravillosa, como también su compañera de reparto, Da'Vine Joy Randolph, vista en “Los Estados Unidos contra Billie Holiday”, quien aborda su papel de forma excelente.