El papel siempre está unido a mis recuerdos, a mi vida. Desde que tengo memoria uno de mis pasatiempos preferidos era coger un papel en blanco y dibujar. Aún estoy viendo a mi padre ojear el periódico diario y escuchar el sonido de las grandes hojas al pasar, despertando comentarios de las últimas noticias que yo no entendía. Recuerdo el olor de los cuadernos nuevos de los primeros días del cole y los domingos de comics recién comprados que llenaban toda la mañana. Y mis libros, los libros de mi vida, los que me han hecho volar desde niña, imaginando otros mundos, otras vidas, otros personajes, otros paisajes y otras historias.
Mi juventud también rodeada de papel, las poesías de rebeldía y amistad, mi diario, las carpetas llenas de fotografías de nuestros cantantes favoritos, el superpop y las cartas de los primeros amores que siempre guardé. Todo de papel. El mundo profesional también ha girado en torno al papel. Las artes gráficas, el olor a tinta de las pruebas de color, de los arranques de máquinas en las imprentas de madrugada y la satisfacción de ver los folletos recién plegados en los almacenes preparados para salir a la calle. Miles de muestras de papel, acompañando a miles de experiencias, un abanico de colores, texturas finas y gruesas, como mi vida.