Los Republicanos toman el Senado: las claves del cambio

Publicado el 05 noviembre 2014 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

Este martes se recordará entre los republicanos como la gran noche conservadora de la era Obama. En 2006, el descontento con George W. Bush llevó la mayoría del Senado y la Cámara de Representantes a las manos de los demócratas. En 2010, con Obama ya en la Casa Blanca, el fenómeno del Tea Party permitió que el viejo partido americano recuperara la cámara baja. Ahora, los republicanos han tomado el Senado con una fuerza apabullante y recuperan el control absoluto del Congreso dejando tras la victoria a un presidente hundido y aislado.

Los Estados Unidos se tiñen de rojo

Los republicanos han arrasado. Los dos partidos necesitaban obtener seis escaños en el Senado para asegurar su triunfo y los analistas centraban su mirada en los once Estados clave. Colorado, Arkansas, Georgia, Iowa, Kansas, Alaska, Kentucky y Carolina del Norte han ido a manos de los conservadores en una goleada sin paliativos. Los resultados han dejado muy tocados a los demócratas, que mantenían la esperanza de resistir la embestida y han ganado sólo en New Hampshire y Virginia. El resultado de Luisiana, el más ajustado, se decidirá en una segunda vuelta en enero. En la Cámara de Representantes, se ha ampliado la diferencia de escaños hasta los 13. La noche fatídica de los demócratas ha culminado perdiendo cinco gobernadores en Estados que controlaban como Illinois, Maryland o Massachusetts, mientras que los republicanos sólo han dejado escapar el de Pensilvania y han ganado casi el doble de cargos.

El triunfo conservador no ha sido una sorpresa, aunque sí lo ha sido la ventaja obtenida. En las últimas semanas de la campaña, el momentum republicano se trasladó a unas encuestas que pronosticaban en un 70% la toma del control del Senado. Con estas cifras abrumadoras, los republicanos ahora ponen la vista en las elecciones presidenciales del 2016, aunque esa es otra batalla por librar.

Las elecciones de medio mandato, conocidas como midterms, han sido claramente una reacción a la impopularidad de Obama pero también muestran un creciente descontento ciudadano con las políticas de Washington y la polarización entre los partidos del Capitolio. Sólo un 22% de los estadounidenses ha seguido con atención estas elecciones después de vivir una de las legislaturas más improductivas de la historia del país, marcada por la inoperancia demócrata a causa el constante bloqueo de la oposición. Aunque la victoria conservadora ha sido clara y contundente, los republicanos también tienen motivos de preocupación, ya que hasta un 52% de la población tiene una visión negativa de su obstruccionismo y su incapacidad para colaborar con el Gobierno.

Las claves del éxito Republicano

Todo indicaba que estas serían las midterms de los republicanos, aunque no se presagiaba una noche tan negra para los demócratas. Finalmente, los conservadores han arrasado y lo han hecho sirviéndose de su estrategia habitual. Así pues, la victoria ha sido más una cuestión de errores demócratas que de méritos republicanos, que han sabido sacar partido al mal momento de los progresistas. Situados en una crítica constante y sin descanso a Obama, han jugado la carta del desgaste del presidente, lamentando todas sus políticas y utilizando en algunos casos el pánico generado por el auge yihadista de ISIS y la crisis del Ébola para menospreciar al líder de los Estados Unidos.

Aún así, hay diferentes razones que explican la victoria conservadora:

  • La oposición siempre gana: Las midterms son históricamente más positivas para la oposición. El partido hegemónico sólo ha ganado escaños en las elecciones de medio mandato en condiciones extraordinarias, como fue la Gran Depresión de 1934 para Franklin D. Roosevelt o la Guerra contra el terrorismo de George W. Bush en 2002. Este año no ha sido una excepción y el partido en el poder se ha desmoronado. El lógico desgaste del presidente después de seis años de mandato ha permitido que los republicanos arrasen el Senado incluso con unos niveles de popularidad pésimos.
  • Movilización conservadora: Las midterms también son terreno abonado para los republicanos ya que es cuando se moviliza más su electorado. El perfil de votante es el hombre blanco mayor de 45 años, el target conservador por excelencia. El demócrata, desmotivado, no ha reaccionado como lo hace en las presidenciales, donde es consciente que se juega más. Por el contrario, las mujeres, las minorías raciales y los jóvenes, la base de la victoria demócrata en los anteriores comicios, ha tenido un peso menor. Los millennials, por ejemplo, han pasado de ser el 19% del electorado durante la victoria de Obama al 11% de estas elecciones.

  • Una cuestión geográfica: Hay quién pensará que la geografía no tiene nada que ver con estas elecciones, pero estos resultados no se pueden entender completamente sin conocer las peculiaridades del sistema estadounidense. Por un lado, los demócratas acostumbran a concentrarse en zonas urbanas reducidas mientras que el electorado republicano vive en distritos rurales de mayor envergadura. Eso hace que el voto conservador se disperse más y obtenga una mejor representación. Por otro lado, hay la manipulación de las circunscripciones electorales (que se conoce como gerrymandering en inglés), un sistema de modificación de los distritos que ha beneficiado históricamente a los republicanos y que hace que el porcentaje de voto no coincida con los escaños de representación. En 2012, por ejemplo, los demócratas recibieron 1,4 millones más de votos que los conservadores, pero estos obtuvieron la mayoría en la Cámara de Representantes por 234 a 201. Mantener el Senado era una misión aún más imposible para los progresistas.

Aún así, son muchos los aspectos negativos que afectan a los republicanos. La victoria en el Senado, la Cámara de Representantes y el aumento de gobernadores les da un poco de aire pero deben trabajar en una mayor estabilidad política. Actualmente, el Congreso tiene una aprobación del 13% de la población.

El senador por Kentucky Mitch McConnell, que muy probablemente asumirá el liderazgo de la mayoría republicana, ya ha tendido la mano a Obama para trabajar juntos en los dos últimos años de mandato del presidente en un gesto insólito. También deberá lidiar con el radicalismo del Tea Party, el ala más reaccionaria del partido, y con las propuestas de miembros destacados del sector como Ted Cruz, un futurible candidato a la presidencia, que asegura que ni con la victoria dará tregua a Obama. La nueva mayoría republicana tiene también en su lista de deberes acercarse a las minorías raciales, muy alejadas del partido desde el inicio de la era Obama.

Los Demócratas, tocados y hundidos

La paliza recibida en estas elecciones ha sido tan abrumadora que ya se habla de Democalypse, el apocalipsis demócrata. El partido del presidente tenía todas las de perder pero las encuestas le daban un margen de maniobra que podía hacer soñar a los más optimistas. La realidad ha sido dura y fría para los demócratas, que han perdido hasta ocho escaños en el Senado, 13 en una Cámara de Representantes en la que ya eran minoría y han ganado sólo tres de los 13 gobernadores de los Estados más disputados. Uno de los casos más paradigmáticos del desastre demócrata se encuentra en Maryland, dónde el candidato a gobernador republicano Larry Hogan tenía, según las encuestas, sólo un 5% de probabilidades de éxito y ha acabado venciendo con casi un 54% de los votos.

Los demócratas tenían algunos buenos argumentos para movilizar y convencer a los estadounidenses. Obama ha conseguido reactivar la economía y tener una tasa de crecimiento del 3,5%, ha reducido el paro del 9,5% al 5,9% en los últimos dos años y, después de un complicado arranque, su reforma de la sanidad está siendo un éxito histórico. Además, se ha incrementado el salario mínimo y se han adoptado medidas a favor de los derechos de los homosexuales y de la libre decisión de aborto de las mujeres.

El desgaste del presidente frente a una innumerable cantidad de crisis nacionales e internacionales ha tenido más peso. La poca credibilidad de liderazgo de Obama en cuestiones como la crisis de Ucrania y su reconocida falta de previsión en el ascenso del yihadismo en Siria e Irak se han sumado al lastre de otras polémicas como los casos de espionaje de la NSA o la gestión del Ebola en territorio americano. Además, los demócratas no han conseguido movilizar a gran parte de sus bases ni con la sonrisa electoral de Hillary Clinton. Los jóvenes y, sobretodo, los hispanos se han quedado en casa.

La debacle electoral también se ha alimentado de las disputas internas. La fractura se ha hecho claramente visible en Nueva York, donde el gobernador Andrew Cuomo se opuso a las directrices marcadas por la Casa Blanca para controlar el Ebola y se alineó en un primer momento al republicano Chris Christie. Además, la impopularidad de Obama se ha traducido en una campaña demócrata que ha dado la espalda a un presidente que es una fuente de desilusión y desconfianza. Los candidatos han querido esconderse en otras figuras con mejor imagen como Bill Clinton y algunos incluso se negaron a revelar su voto en las anteriores presidenciales alegando que era una opción personal. Las criticas abiertas de miembros destacados como el ex director de la CIA y ex secretario de defensa Leon Panetta, han ahondado más en la decadencia del presidente y han acabado de hundir a los demócratas.

¿Adiós a Obama?

Los Estados Unidos son más rojos ahora que ayer y Barack Obama vive probablemente su peor momento al frente del país. La victoria republicana noquea casi definitivamente a un presidente al que aún le quedan dos años de mandato y muchos obstáculos que sortear.

En política doméstica, Obama estará atado de pies y manos y tendrá que hacer frente a las medidas conservadoras que salgan del Congreso. Eso le pone en una encrucijada. Si veta las decisiones de los republicanos será visto como un obstruccionista y su popularidad seguirá cayendo en picado; si colabora con ellos agravará aún más la delicada situación de los demócratas. La paradoja está en que en los seis años de mandato anteriores, él ha pedido a los republicanos colaborar con el Gobierno federal mientras que éstos se han dedicado a bloquear cualquier propuesta.

En política exterior, Obama seguirá utilizando su rango de comandante en jefe de las fuerzas armadas y pilotará los esfuerzos diplomáticos para mejorar sus acuerdos económicos con la Unión Europea y Asia y para combatir las amenazas islamistas en Oriente Próximo. Otra vez tendrá que hacer frente a las críticas beligerantes de los republicanos, que lo hostigaran aún más para restablecer puentes con Israel y para sancionar el programa nuclear de Irán.

Elecciones conservadoras y signos progresistas

Las midterms son unas elecciones que no ilustran al completo la voluntad de la ciudadanía estadounidense. Además de marcar una tendencia conservadora en el Senado, la Cámara de Representantes y en la elección de los gobernadores, también se han votado otras propuestas que dejan un signo progresista remarcable.

Oregon, D.C. y Alaska han legalizado la marihuana. Arkansas, Illinois, Dakota del Sur y Nebraska han aprobado aumentar el salario mínimos de sus trabajadores. Colorado y Dakota del Norte han votado en contra de la enmienda contra el aborto. El Estado de Washington ha decidido incrementar el control de las armas. Además, se ha alcanzado un nuevo hito para las mujeres en política. Todas estas medidas, mucho más cercanas a las políticas y al pensamiento demócrata, reflejan la voluntad progresista de un amplio sector americano a pesar de la baja movilización del electorado demócrata.