Bajo una atmósfera de libertad psicodélica y cierto espíritu experimental que recorre todo “Días nuestros”, la banda fusiona guitarras eléctricas y baterías desaforadas (siguiendo la escuela de J. Mascis y sus dinosaurios) con un notable gusto por el folk lisérgico. Este último alcanza su cenit en la climática y envuelta en reverb “Polvo-tierra” (la mejor canción del disco) y en la belleza setentera de “Los niños”, que cuenta con una inesperada participación en voz y teclados de Litto Nebbia. Dos temazos.
Pero las mencionadas referencias a los eléctricos noventa son varias y se presentan ya sea en forma de melodías pop irresistibles (“Contale al mundo”), experimentos al estilo del, ahora viejo; “Nuevo Rock Argentino” (“El rayo”) o en la ya citada influencia de Dinosaur Jr. (“La hora mágica”).
Hay, también, dos desvíos al plan musical que domina “Nuestros días”. Un memorable instrumental que es puro synth pop ochentero (“Generación espontánea”) y una cumbia que cierra el disco (“San Jorge”). Entre teclados, pianos, programaciones y sonidos varios que se acomplan al plan guitarra-bajo-bateria es fácil perder de vista que se esta frente a un trío de versátiles multintrumentistas. Además, las tres partes de Los Reyes del Falsete cantan y su trabajo vocal por momentos recuerda a unos Onda Vaga lisérgicos. Uno de los grandes logros de “Días nuestros” es, entre tantas referencias sonoras al pasado, lograr evitar la retromanía.
Es más, quienes busquen signos de vida en el rock argentino actual, acá tienen un buen punto de partida.
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