No se tiene un conocimiento exacto de cómo era la catedral en esos tiempos, ni se sabe cómo era la primitiva Capilla Real.
Los Anales Toledanos indican que se hallaba detrás del altar mayor. Lo único que se sabe es que el presbiterio primitivo estaba dividido en dos partes:
la delantera, ocupada por el altar, y la trasera, que acogería la Capilla Real.
A finales del siglo XV, en la época de Cisneros, el presbiterio, donde se ubicaba la Capilla de la Santa Cruz, se había quedado pequeño.
El Cardenal pidió permiso a los Reyes Católicos para proceder a una reforma.
Una vez obtenido el consentimiento, demolió la primitiva Capilla Real.
El culto funerario de los reyes fue trasladado a una de las capillas de la girola, en el lado de la Epístola, la capilla del Espíritu Santo, espaciosa y cercana al altar mayor.
Capilla que pasó a denominarse de la Santa Cruz (conocida después como Capilla de los Reyes Viejos).
ESTA CAPILLA DEL REY DON SANCHO DE GLORIOSA MEMORIA FUE FUNDADA SO INVOCACIÓN DE LA CRUZ DO ESTÁ AHORA EL ALTAR MAYOR DE ESTA SANTA IGLESIA, Y, QUEDANDO LOS CUERPOS DE LOS REYES A LOS LADOS DEL ALTAR, FUE TRASLADADA AQUÍ POR MANDADO DE LOS CATÓLICOS PRÍNCIPES DON FERNANDO E DOÑA ISABEL, NUESTROS SEÑORES, EN 18 DE ENERO DE 1498 AÑOS.
Cisneros mandó edificar la actual Capilla Mayor en el lugar que ocupaba la Capilla de la Santa Cruz.
Para alojar adecuadamente los restos de los reyes allí sepultados, encargó al escultor Diego Copín de Holanda unos mausoleos que fueron colocados en el nuevo presbiterio.
Allí continúan pues los restos mortales de los reyes Alfonso VII, Sancho III y Sancho IV y del infante don Pedro.
La del lado del Evangelio fue sustituida hacia 1500 por el sepulcro del Cardenal Mendoza, por encargo de Isabel la Católica.
Cierra el frontal de la capilla una reja renacentista rematada con el escudo de Carlos I.
En 1947 el gobierno portugués de Oliveira Salazar solicitó los restos del destronado rey luso Sancho II.
Se abrieron entonces las cuatro tumbas del presbiterio, se revisaron los restos, comprobándose sus identidades, y se sacaron de los ataúdes algunos objetos. Pero no se encontró el cuerpo del rey portugués.
Tampoco se encontraron los restos de los dos arzobispos de Toledo de linaje real, Sancho de Castilla y Sancho de Aragón.
Juan Francisco Rivera Recio, canónigo-capellán mayor de la capilla de reyes, presenció la apertura de las tumbas y en 1985 trataba de aclarar confusiones.
Según la descripción de Rivera, la ubicación de los restos es como sigue:
En el lado del Evangelio:
Alfonso VII en la parte inferior, Sancho III en la superior.En el lado de la Epístola: Sancho IV en la parte inferior, Don Pedro en la superior.
Se trata de dos monumentos funerarios situados a ambos lados del presbiterio, enfrentados.
Las estatuas aparecen en un plano oblicuo para facilitar su contemplación. Las imágenes están ejecutadas en madera labrada y policromada.
Alfonso VII es retratado con barba, corona, túnica, manto y chapines.
Sancho IV figura lampiño, con hábito franciscano y descalzo, y su mano derecha esboza un “mea culpa”.
El cadáver de Sancho IV estaba momificado. Vestía sólo unos calzones y llevaba a la cintura un cordón de San Francisco y los pies cubiertos con calzado de cuero.
Don Sancho fue el primer rey castellano en romper con la tradición de enterrarse con el manto escarlata y los ropajes bordados en oro, plata y seda. Llevaba, eso sí, corona, espada y espuelas.
El otro ataúd del lado derecho contenía los restos de un niño, del que sólo se conservaban los zapatos. Se supuso que correspondían al bastardo de Alfonso XI.
Entre los restos de Alfonso VII había, casi intacto, un almohadón aún mullido, forrado con una tela decorada con leones y flores de lis.
El entonces cardenal-arzobispo de Toledo dispuso que el cadáver de Sancho IV fuera vestido con un hábito franciscano, y depositado de nuevo en su cenotafio.
La corona es probablemente la misma con la que don Sancho fue coronado.
Generalmente cada rey se hacía su corona para u coronación, pero Sancho utilizó la corona de su padre, la que Alfonso X legó en su testamento a «aquel que con derecho e por nos heredare León».
Es una pieza única en España, puesto que los franceses saquearon los sepulcros de las Huelgas, donde podría haber más joyas de este tipo.
El zafiro es una de las piedras preciosas más valoradas en la Edad Media; los de esta pieza, por tamaño y color, son excepcionales; uno se encuentra en bruto pero los demás han sido tallados con forma geométrica:cuadrada, rectangular y octogonal.
Los camafeos son de los siglos I y II; los reyes hispanos desde la época asturiana son muy aficionados a coleccionar piezas antiguas, de época romana o visigoda, que reutilizan en sus propias joyas.
Su estilo es una síntesis de lo cristiano y lo islámico. La empuñadura es de tipo musulmán.
Hay adornos de escritura cúfica.
La empuñadura está tallada en madera, adornada con escudos de Castilla y León, esmaltados sobre una lámina de oro protegida por una placa de cristal de roca incrustada en la madera.
La hoja está deteriorada por la corrosión y en ella se aprecian restos de una inscripción en letra gótica.
No es una espada de combate, dada la fragilidad de los materiales de la empuñadura. La vaina es sencilla en comparación con la calidad de la espada, lo que sugiere que era de uso diario; probablemente se trata de la espada favorita del monarca.
En el monasterio de las Huelgas, en Burgos, se conservan dos sepulcros en los que la tradición del cenobio sostiene que descansan los restos de Alfonso VII y Sancho III.
Pero en dichos enterramientos quienes están sepultados son el infante Fernando de la Cerda, hijo de Alfonso X, y su hijo primogénito Alfonso de la Cerda. Los sepulcros están adornados con los escudos de armas de ambos.
Publicado por Caminante
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