Los ríos que tiran el agua a la mar

Por Davidalvarez
Resulta sorprendente que todavía haya gente que siga pensando que el agua que vierten los ríos a la mar es agua desperdiciada, agua que no sirve para nada y que debería ser trasvasada y utilizada para regar cultivos y campos de golf antes de perderse en las procelosas aguas del océano. Lo realmente grave de estas afirmaciones, que cada cierto tiempo vuelven a aparecer en la prensa, es que las hacen personas con responsabilidades políticas, personas que tienen en sus manos el poder de cambiar las leyes y que llegado el caso podrían poner en práctica sus ideas peregrinas.
El último en realizar esta afirmación ha sido el presidente de la Región de Murcia, Fernando López Miras, que hace un par de meses afirmaba sin sonrojarse que "en España no falta agua. Cada año se arrojan 80.000 hectómetros cúbicos al mar". En el fondo no es sorprendente este tipo de declaraciones, muy numerosas entre la población de diputados, consejeros y políticos de todo signo que pueblan parlamentos nacionales, autonómicos y municipales y que confirman por enésima vez que la ignorancia es un valor que cotiza al alza a la hora de ascender en el escalafón político.
Quizás por esto sea conveniente recordar una vez más en qué consiste el ciclo del agua y el ciclo de los nutrientes, unos temas que por cierto tanto el señor López Miras como la mayoría de diputados y concejales deberían haber estudiado tanto en la EGB como en el Bachillerato, pero que a la vista de los resultados mucho me temo que debieron haber dedicado su etapa escolar a hacer papiroflexia y a dibujar monigotes en el libro de Ciencias Naturales.
El ciclo del agua
Lo primero que debería recordarse es que en la naturaleza no se pierde ni se desperdicia nada, y que unos procesos alimentan a otros y que la energía producida en un ecosistema se distribuye y se consume no solo en ese ecosistema sino que incluso puede usarse en ecosistemas muy distantes.

El agua en la Tierra siempre está en movimiento y cambia constantemente de estado (líquido, gaseoso y sólido), lo que está directamente relacionado con la energía proporcionada por el sol.  El sol calienta el agua de los océanos y ésta se evapora, de forma que las corrientes ascendentes llevan el vapor a las capas superiores de la atmósfera, donde se forman las nubes. Las corrientes de aire mueven esas nubes sobre la superficie de la Tierra y cuando se producen unas condiciones de presión y temperatura determinadas, el agua se condensa y por efecto de la gravedad precipita en forma de lluvia, granizo o nieve.
La mayoría de las precipitaciones caen sobre los océanos, ya que estos ocupan la mayor superficie de nuestro planeta, pero la que cae sobre tierra firme puede acumularse en forma de nieve, que al aumentar la temperatura se derrite, o caer como agua líquida. En los dos casos, parte de ese agua es absorbida por el terreno y otra parte corre por la superficie en forma de escorrentía superficial y puede acabar juntándose para dar lugar a los ríos, que como decía Jorge Manrique en las coplas a la muerte de su padre, al igual que nuestras vidas, van a dar a la mar.
Una vez que llega a la mar, el agua de los ríos, por efecto de las mareas y las corrientes marinas, alcanza un equilibrio que modela el paisaje de la zona, formando deltas, escavando fosas marinas y conteniendo las avenidas del mar hacia el interior. No parece lo más adecuado en estas condiciones que desviemos ese agua mediante trasvases a otras zonas, ya que al romperse ese equilibrio, las consecuencias podrían ser catastróficas, no solo para el paisaje, sino para todo el ecosistema, en el que entre otras cosas se produciría una intrusión de agua salina procedente del mar que afectaría tanto a la biodiversidad como a algunos intereses comerciales, como la agricultura o la ganadería.
El ciclo de los nutrientes
Los ríos no son canales que transportan agua de un lugar a otro, son ecosistemas complejos que no se pueden reducir a una simple canalización. Asimismo, a lo largo de su recorrido, los ríos reciben infinidad de materiales procedentes de la cuenca que drenan y que son transportados aguas abajo en forma de nutrientes, tanto orgánicos como inorgánicos.

Algunos elementos, como por ejemplo el Nitrógeno, entra en el río en forma de materia orgánica o inorgánica y va transformándose a medida que va siendo transportado aguas abajo. De esta forma, el nitrógeno puede ser asimilado por los seres vivos, tanto en el propio río como en la mar cuando estos desembocan en ella. Y lo mismo que con el nitrógeno ocurre con otros compuestos inorgánicos como el fósforo o el carbono.
Una imagen de satélite que muestra la cantidad de clorofila a, un indicador de fitoplancton. Las mayores concentraciones coinciden con zonas de desembocaduras de ríos.
De esta forma, el agua de los ríos, que según el señor López Miras se desperdicia en la mar, fertiliza las aguas costeras estimulando la producción de fitoplancton y microalgas que a su vez proporcionan alimento a infinidad de peces y otros organismos marinos. Esta es la razón por la que las desembocaduras de los ríos son zonas de gran importancia como áreas de reproducción de numerosas especies, muchas de ellas de interés comercial. Un ejemplo de estas especies es la anchoa, que se reproduce en el estuario de la Gironde, en la región de Aquitania y una vez que nacen las larvas se desplazan a la desembocadura de algunos ríos cantábricos como el Nervión o el Oria donde se alimentan y crecen.
Parece evidente que el agua de los ríos una vez que llega a la mar no solo no se desperdicia sino que contribuye tanto a mantener el equilibrio de las zonas costeras como a proporcionar nutrientes que enriquecen el agua marina y proporcionan alimento a una comunidad formada por una ingente cantidad de organismos.
Debido a esto, y teniendo en cuenta que ni el señor López Miras ni otros políticos con las mismas ideas van a volver a la escuela a estudiar lo que no estudiaron antes, quizás haya que recordarles que los votos que pretenden cosechar entre los regantes y las constructoras, podrían perderlos cuando los pescadores se empiecen a quejar de la falta de capturas y los verdes campos de golf se conviertan en eriales de salmuera.