(Todos los links llevan a antiguos posts, para rememorar este año tan espléndido
Toca hacer balance, como cada año. Desde que tenía 13 ó 14 años todos los 31 de diciembre me margino un rato en silencio y me pongo a reflexionar sobre cómo ha ido el año, qué cosas han sido buenas, cuáles han sido rebuenas y cuáles me han quedado por hacer. Más que ningún otro año, este 2012 destaca por haber sido un tiempo de autoconocimiento importante, de tomar decisiones, de echarle flores a la vida y lanzarme al vacío llena de incertidumbre. ¡Y todo salió bien! Ha sido el año del blog, que cumplirá un año en unos días, un proyecto que conlleva un esfuerzo importante y que reporta beneficios sobre todo espirituales, de mejora de mí misma. A través de él he conocido la perseverancia (uno de mis puntos débiles, sin duda) y la pasión por algo muy concreto: escribir sobre viajes, sobre vida, sobre ideas que me rondan la mente, sobre las historias de los otros que voy encontrando por el camino. Todas las veces que he pensado que continuar con el blog no merecía la pena, he puesto una piedrecita más, superándome, cogiendo la pereza y destruyéndola a base de dar más y más. Y ahora lo veo en retrospectiva y confirmo que no me equivoqué porque probablemente este blog es, a la vez que un experimento y un compañero que viaja conmigo esté donde esté, un diario vital en el que soltar todo lo que aprendo y conozco para compartirlo.
Este año he viajado, claro, y mucho. Pero han sido viajes diferentes de los anteriores, y a mi periplo por los Mares del Sur me refiero siempre como “El viaje”, porque fue iniciático y fundamental para la persona que soy hoy. Porque cuando me marché, en solitario, creía que no importaba nada irme sola, que siendo tan independiente no iba a echar en falta a la gente que siempre me acompaña en mis viajes. Pero no es cierto: la primera y más importante enseñanza de mi viaje por Vietnam, Filipinas e Indonesia durante dos meses fue, precisamente, que da igual el paisaje, el camino, los pueblos, los medios de transporte, pero que la compañía es la que realmente “hace tu viaje”. Y gracias a Dios, conocí gente fantástica que me hizo viajar, descubrir y amar. Podéis conocerlos en Cruce de Caminos. Y ese break en Filipinas de volver a la familia, a mis niñas de siempre, fue probablemente lo que me dio fuerzas para continuar un mes más por Indonesia, porque a veces se echan de menos las raíces, los gritos en español, las noches de locura, las risas al despertar, los planes sin planes y las horas de canciones y juegos absurdos. Por eso, gracias. A la gente que pasó por mi camino y lo hizo lindo.
Si ese viaje ha sido el más especial, no puedo dejar de nombrar otros que han marcado el año con sus muescas profundas. Han sido otro tipo de viajes, viajes de visita y de reencuentros. Viajes en los que no se viaja en realidad, sino que se regresa. Primero fue Bruselas, luego Coimbra, luego León, luego Brighton, luego Bruselas otra vez. Ciudades en las que viven mis amigos, mis petites familles, y que simplemente por eso se convierten también en hogares para mí. Regresar a Bruselas, por ejemplo, se ha convertido ya en un ritual, como vuelvo a Madrid ahora, porque entre estas ciudades y yo hay una química especial y tengo que satisfacer mis propias adicciones. Y Barcelona, un nuevo hogar, que ya me ha conquistado con sus callejoncitos y su primavera eterna y ese deje catalán que los madrileños que me han visto dicen que ya se me empieza a notar.
Esta noche comienza un nuevo año. ¿Propósitos? Solo uno. Más y mejor. Más viajes, más profundos, más historias que contar y compartir, más ganas de seguir conquistando lugares y aprendiendo cosas nuevas. Y esto os lo deseo a todos vosotros también. Un año tremendo, otro más
Y para terminar, un recorrido fotográfico por este 2012 mágico y las personas que lo han hecho único:
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