“Gaddafi se llevó a la tumba todos los secretos, pero no desaparecerá la sombra que dejó la cooperación con él en la reputación de Tony Blair y Nicolas Sarkozy. Y precisamente por esta situación incierta, a lo mejor crezca la sospecha hasta que ellos mismos no puedan probar su inocencia”, opina Marc Almond, profesor de la Universidad de Bilkent en Ankara.
Después de que Tony Blair dejara su cargo, hubo otras seis reuniones secretas con el mandatario libio. Existían teorías, siempre desmentidas oficialmente, sobre que en esos encuentros se trataba la liberación de Abdel Baset al Megrahi, responsable por el atentado de Lockerbie, para no perder los convenios lucrativos con Libia.
Para algunos, Muammar Gaddafi era una persona que sabía demasiado. Cuando el coronel exhaló su último suspiro, ellos habrán respirado con alivio.
“Gaddafi había cerrado todo tipo de acuerdos, en particular con Francia, Inglaterra, Italia y también con EE. UU. Ellos no querían que compareciera ante un tribunal y no me sorprende que aunque lo capturaran con vida, resultara muerto enseguida”, confiesa el columnista de Foreign Policy in Focus, Conn Hallinan.
Los servicios de inteligencia del Reino Unido y EE. UU. colaboraron con los líderes de Libia, Egipto y Yemen. Sin embargo, cuando el poder de estos países atravesó momentos delicados debido a los levantamientos, estos así llamados "aliados" occidentales prefirieron apoyar a los rebeldes para que sus multinacionales no perdieran el acceso al petróleo de la región. Así lo afirma Wilfredo Arm Ruiz, analista de Oriente Medio.
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