La huelga general del día 29 es un papelón para los sindicatos, porque supongo sabrán de antemano que no será seguida masivamente, pero necesitan, se ven obligados a convocarla. Hay ocasiones en la vida en las que uno está obligado a hacer lo que debe, a pesar de ser inconveniente para sus intereses. En el caso de los sindicatos, la huelga general mostrará su actual debilidad, lo que aprovechará el Gobierno para ahondar la reforma y resto de enemigos derechosos para amplificar su campaña de desprestigio sindical minando sus fuerzas.
La huelga general será difícil de seguir para los trabajadores activos de manera masiva por el miedo al presente, a sus repercusiones y por la desesperanza en el futuro, en su utilidad inmediata respecto a modificar leyes o posiciones derechistas, los miedos pesarán en mayor medida que la necesidad de oponer una resistencia a lo que sin duda es la mayor agresión realizada contra los trabajadores en los últimos 50 años, recortar y suprimir instrumentos de negociación, de poder, derechos laborales, sindicales, etc. Por supuesto cuento con que hay millones de votantes azules que no la apoyan, y/o boicotearán, defienden que el PP pueda desarrollar sus políticas, porque creen en ellas, o para ver qué pasa.
Cuando quieran darse cuenta, ellos, sus hijos y nietos contarán con una estructura de mercado laboral que les perjudicará, como a todos los demás, sin que por ello hayamos salido de esta crisis por el camino de la ‘chinización’, porque competir con esas armas con Asia y Sudamérica es estar locos y muestra que anticuadas están nuestras derechas, como siempre fueron nuestras clases dirigentes.
Es un problemón, cuando mayor necesidad hay de enfrentarse en este medio siglo, es cuando menor fuerza existe. Lo cual no es casualidad, ya que puede leerse al revés, cuando los grupos de poder derechista han visto que existe menor fuerza es cuando se lanzan con mayor presión para vencer en la batalla que nos llevará atrás en el tiempo, pero muy atrás. La pregunta que me hago es ¿estaremos mejor o peor sin sindicatos?, la respuesta me lleva a un lado, a partir del cual toda crítica a su línea y funcionamiento está abierta, sobre la base de ser necesarios.
Y los parados y los precariados hace tiempo que están bordeando la vida sindical, manteniéndose en la mayoría de casos al margen de la misma. Desde siempre, las cifras de paro en España fueron altísimas comparativamente con las europeas, pero el comienzo de la década de los años dos mil mostró desde entonces unas cifras de paro superiores a los 2 millones de personas, y un trabajo precario superior a la tercera parte de los contratos que indicaban que el fondo del asunto estaba muy mal, en estos años podemos sumar bajadas en el peso que las rentas salariales tenían en la Renta Nacional –lo cual es una de las explicaciones del enorme endeudamiento de las familias- de tal forma que si esa situación se mantuvo en los momentos de explosión económica anterior a la crisis comenzada en 2007/2008, el agravamiento de los últimos 4 años incrementó en varios millones de personas las que sienten que fueron abandonados hace tiempo por los sindicatos y partidos de izquierda.
Hasta aquí hemos llegado en la relación sindical y política nacida en los setenta y desarrollada en los ochenta, que ya veremos cómo queda. Una andadura plagada de abandonos y errores, uno de los cuales fue no hacer una reforma laboral hace uno o dos lustros en mejores condiciones de poder que las actuales, pero sin que nadie se atreviera a realizarlo, probablemente por el costo de afinidades que se perderían, sin percatarse de que poco más tarde sería obligado hacerla con mayores costes, o una reforma fiscal que arrancara poder a los ricos y sociedades que permitiera una estructura de ingresos fiscales no basados en la burbuja inmobiliaria que en algún momento estallaría, como todas las burbujas, etc.
El problema es que no hay sustitutos en la sociedad, ni partidos, ni movimientos sociales nuevos tienen la fuerza, organización y capacidad para sustituir los viejos y tenemos necesidad imperiosa de seguir manteniendo partidos y sindicatos de aquellas estirpes para contrapesar los poderes económicos y políticos. No, no son revolucionarios, solo hacen el papel de atemperar lo exagerado del poder empresarial y en España, también social, que se cuela a través del franquismo sociológico y la derechona.
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