Cuando en enero de 2011 apareció en las librerías este libro póstumo de Roberto Bolaño (Chile, 1953 - España, 2003), acudí a la Fnac de Callao a comprarlo, igual que venía haciendo desde 1999 cuando salía cualquier libro de este autor. Ya he contado alguna vez en el blog que para mí la primera década del siglo XXI fue la década de Bolaño. Fue el escritor del final de mi juventud, con el que realicé (como apunta esa asignatura de la ESO) la transición a la vida adulta.
Pero esta vez hubo una diferencia: compré Los sinsabores del verdadero policía nada más publicarse, pero no pospuse cualquier otra lectura pendiente para leerlo. De hecho, ha permanecido más de un año en mi anaquel de libros inleídos, y esto a pesar de todas las expectativas suscitadas por los largos artículos que leí en la prensa especializada sobre ella (recuerdo en especial el de Ignacio Echevarría). Y creo que ha sido así porque temía, esta vez más que con sus otras obras póstumas, que me defraudase.
Un temor parecido sentí con El tercer Reich, libro también póstumo, que leí hace 2 años, y que viene a ser un borrador de propósitos novelísticos de Bolaño. La novela estaba acabada y, aunque no se encuentra a la altura de sus grandes obras, fue agradable reencontrarme con una nueva historia de mi autor preferido, por más que se tratase de un Bolaño embrionario.
Y creo que lo que me hacía dudar y me ha impedido durante un año acercarme a Los sinsabores del verdadero policía era el hecho de que fuera una obra inacabada. Temía encontrarme con fragmentos, ideas sueltas, esbozos… Ha sido una agradable sorpresa descubrir que estaba equivocado: creo que si me llegan a vender esta novela como una novela acabada de Roberto Bolaño me lo habría creído; tal vez hubiera pensado que Bolaño estaba profundizando en su construcción novelística a base de digresiones, de relatos que podrían funcionar independientemente de la estructura que los engloba… pero me lo hubiera creído.
Imagino que si Bolaño hubiese seguido trabajando en esta obra el resultado final podría haber tenido muchas más páginas, pero las 300 que contiene están perfectamente hiladas. También podría apuntar que tengo la intuición de que Bolaño sabía (bien por imposibilidad creadora, o bien por sentir ya próxima su muerte) que Los sinsabores del verdadero policía iba a ser siempre un libro inacabado, un libro inédito, o quizás abandonado (por más que trabajara en él durante diferentes periodos de su vida, que abarcan unos 20 años y que arrancan en la década de los 80), y que esta conciencia del propio libro como material de derribo le hizo utilizar algunas de sus partes e ideas en otras obras.
El lector habitual de Bolaño reconocerá de inmediato las primeras páginas de Los sinsabores del verdadero policía: ya ha leído unas muy parecidas en Los detectives salvajes, esas en las que se afirma que la poesía es claramente homosexual y en las que se divide a los poetas en: “Maricones, maricas, mariquitas, locas, bujarrones, mariposas, ninfas y filenos” (págs. 21; 1ª de la novela).
El personaje principal de esta novela es Óscar Amalfitano, protagonista de la segunda parte de 2666. Leí esta última hace ya bastantes años y diría, sin consultar nada, que el personaje es el mismo pero que existe alguna diferencia en su biografía.Amalfitano ha traducido alguna de las novelas de un autor llamado Archimboldi, que es el mismo que buscan los críticos de la primera parte de 2666 y que protagoniza la quinta y última parte de esta novela.
En la página 104 de Los sinsabores se habla de la secta de los escritores bárbaros, que se encierran en buhardillas minúsculas, porterías, cuartos de hotel… para preparar el advenimiento de la nueva era de la literatura; y se habla de Raoul Delorme como máximo exponente de este grupo de artistas; el mismo Raoul Delorme que aparece en la página 138 de Estrella distante, donde también se menciona este grupo de escritura bárbara.
En la página 93 de Los sinsabores Amalfitano recoge una historia que es (reproducida casi palabra por palabra) Otro cuento ruso de Llamadas telefónicas.
En la cuarta parte se ofrece un resumen del argumento de las novelas de Archimboldi, en el que Bolaño utiliza un ingenioso juego literario muy parecido al desarrollado en La literatura nazi en América.De hecho, esta cuarta parte, donde se resumen novelas inexistentes, cumple con aquella premisa de Jorge Luis Borges que afirmaba que las novelas son innecesarias, puesto que se pueden resumir en un cuento al eliminar todos los elementos de transición; dando lugar aquí a unos estupendos relatos cortos.
También cruza las páginas de Los sinsabores el fantasma del poeta maldito Leopoldo María Panero, al igual que en Los detectives salvajes y en 2666.Y también se empieza a hablar aquí de las mujeres asesinadas en Santa Teresa, cuyas muertes recorren de forma obsesiva las páginas de 2666. Y, como último detalle intertextual, en la página 231 se menciona el mezcal Los suicidas.
Después de este recorrido, quizás yo pueda afirmar ser ese lector avezado del que habla la contraportada de este libro: “Sus historias y personajes transitan por Estrella distante, Llamadas telefónicas, Los detectives salvajes, y 2666, cuyo centro oculto quizás podría estar constituido, para un lector avezado, por esta novela”.
Los sinsabores del verdadero policía parece situar su presente narrativo en 1991, y está compuesta por las siguientes partes:
Parte I. La caída del muro de Berlín: Amalfitano da clases de literatura en Barcelona, donde vive con su hija Rosa; en la universidad empezará a relacionarse con uno de sus alumnos, Padilla, con el que descubrirá, ya a los 50 años, su pulsión homosexual. Debido al escándalo que se destapa, Amalfitano es invitado a abandonar la universidad para terminar en Santa Teresa (norte de México).
Parte II. Amalfitano y Padilla: Desde México, Amalfitano se cartea con Padilla, quien ha dejado la universidad y ha comenzado a escribir una novela: El dios de los homosexuales. Además, el primero empezará una nueva relación con Castillo, quien se dedica a pintar falsificaciones del pintor Larry Rivers. “Castillo lo llevó a su casa para demostrarle que no mentía, que era un falsificador de verdad” (pág. 83) (Me hizo sonreír la ironía de esta frase).
Parte III. Rosa Amalfitano: Rosa se adapta a vivir en México, y se evoca su relación con Jordi Carreras, el hijo del compañero de universidad de Amalfitano en Barcelona. Rosa recuerda a su madre muerta y descubre que su padre es homosexual.
Parte IV. J. M. G. Arcimboldi: la parte ya comentada donde se habla de las obras de Arcimboldi, de sus amigos, enemigos… uno de los cráteres activos de Los sinsabores.
Parte V. Asesinos de Sonora: a través de pequeñas historias, que constituyen relatos independientes, Bolaño nos acerca a los protagonistas de la vigilancia policial a la que somete a Amalfitano el rector de la universidad de Santa Teresa.
No me gustaría acabar esta entrada sin mencionar la dedicatoria de la novela: “A la memoria de Manuel Puig y Philip K. Dick”. Quizás la dedicatoria a Puig, tras hablar de la división de los poetas en toda una gama de tipos de homosexuales y centrarse en el descubrimiento de la pulsión homosexual de Amalfitano, sea más evidente que la de Dick, por eso me apetece apuntar una hipótesis sobre esta última. Yo he sido (como ya he contado en el blog en más de una ocasión) un lector apasionado de Philip K. Dick en mi adolescencia, y volví a él, ya de adulto, tras leer la conversación entre Bolaño y Rodrigo Fresán que queda recogida en Entre paréntesis. El reencuentro con mi ídolo adolescente fue más grato de lo que esperaba.Ahí va la hipótesis: Amalfitano se comporta a veces en esta novela como uno de los paranoicos personajes de un libro de Dick, o como el propio Dick, encontrando (estoy pensando por ejemplo en la novela Valis) modelos extraños para asimilar, y concatenar en su mente, sucesos inexplicables que Dick o un personaje de Dick consideran relacionados dentro de su lógica paranoica o esquizoide. Así, en la página 309 de Los sinsabores leemos sobre la reacción de Amalfitano a una postal de Padilla en la que se reproduce un cuadro de Larry Rivers, al que Amalfitano ha conocido en una exposición hace poco: “Amalfitano recordó la época en la que creía que nada era casual sino causal, ¿pero en qué época?, no lo recordaba, sólo recordaba que en alguna época lo había creído, algo que debía significar algo, algo más, el estado de gracia terrible en que se encontraba Padilla, una puerta de incendio antes desapercibida o una señal expresamente dirigida a él”. Esa señal expresamente dirigida a él es puro Philip K. Dick, e intuyo que Bolaño estaba pensando en él al escribir el párrafo anterior.
A diferencia de la anterior novela póstuma que publicó Anagrama de Bolaño –El tercer Reich–, el estilo de Los sinsabores del verdadero policía es ya el de un Bolaño en plena madurez, donde podemos apreciar su mitificación de la figura del escritor, y más concretamente del poeta, y su gusto por las digresiones narrativas que constituyen relatos por sí mismos; un Bolaño que ha conquistado ya su lenguaje poético evocador, cargado de amenaza y misterio, que nos hace pensar en la revelación de algo que parece siempre escaparse a la comprensión de los personajes y del lector. Unos personajes que parecen cumplir con lo que apunta Padilla en una carta a Amalfitano, al referirse a los libros de Arcimboldi: “Eran historias de misterio, éstos únicamente se resolvían mediante fugas, en algunos casos mediante efusiones de sangre (reales o imaginarias) seguidas de fugas interminables, como si los personajes de Arcimboldi, acabado el libro, saltaran literalmente de la última página y siguieran huyendo” (pág. 283).