Los sueños de Ludwig

Por Mteresatrilla
La figura del rey Luís II de Baviera ha sido y continúa siendo una de las que ha llenado más páginas de la Historia de Europa. Su vida se ha llevado a la pantalla en distintas ocasiones y su misteriosa muerte alimenta aun más la imaginación y el mito. Un hombre extremadamente sensible y refinado que, poco a poco, se aisló del mundo para dedicarse a un sueño: sus castillos y palacios. Leyendo su biografía no hace falta profundizar demasiado para llegar a la conclusión de que fue una persona infeliz y con enormes luchas internas. Sin embargo, el estado de felicidad o desdicha no son absolutos y seguramente también serían muchos sus momentos placenteros, especialmente los vividos en su infancia y juventud con su estimada prima Sissi, con su admirado Wagner o viviendo en su mundo de fantasía en el castillo de Neuschwanstein.
Hijo del rey Maximiliano II de Baviera y la princesa María de Prusia, nació un 25 de agosto de 1845 en el Palacio de Nymphenburg, en Baviera. Fue educado para ser rey, bajo el más estricto sentido de la obligación. De bien joven ya descubrió su amor por la naturaleza, por el arte, la música y la poesía. Pasiones que compartía con su prima Sissi, posteriormente emperatriz de Austria. En 1864 a la edad de 18 años subió al trono sin experiencia de la vida ni de la política. Su pueblo apenas lo conocía, pero cuando apareció en público por primera vez sus súbditos le acogieron con admiración y respeto. Sus contemporáneos escribían: “era el joven más bello que jamás he visto… Me habría fijado en él aunque hubiese sido un mendigo.”
Sin embargo, pronto empezarían sus problemas. A los dos años de reinado sufrió una derrota importante: Prusia venció a Austria y Baviera en la “Guerra Alemana” de 1866. Desde entonces Baviera dependería de Prusia en política exterior convirtiéndose en vasallo de su tío. El hecho es que Luís II se fue retirando cada vez más de Munich y sólo residía en la capital los mínimos meses exigidos.
Luís II, llamado también el rey Loco, dedicó el resto de su vida y una gran fortuna familiar en la construcción de un mundo de fantasía en el que se refugió y donde podía sentirse como un verdadero rey. De los tres castillos-palacios que mandó construir, Linderhof, Herrenchiemsee y Neuschwanstein, este último es sin duda el más impresionante y su verdadera locura arquitectónica.
Sus torres, sus almenas y la verticalidad de sus paredes lo convierten en una imagen irreal y fantástica. Los tres últimos años de su vida transcurrieron en una gran soledad, viviendo en su mundo aparte de Neuschwanstein, en las montañas de Baviera, dominando un paraíso de sueños. Vivía de noche y dormía durante el día, poseído por su espíritu romántico y atormentado. El dia 10 de junio de 1886, su primo el Príncipe Luitpoldo tomó la regencia del reino, pues la familia de Luis II y los políticos de Baviera, juzgaron que su carácter era fruto de una enfermedad mental que le imposibilitaba para las labores de gobierno. Lo sacaron de su refugio de Neuschwanstein y lo recluyeron en el castillo de Berg. Tres días después, el 13 de junio, murió ahogado en el lago Starnberg. Junto a su cadáver se encontró el de su médico personal, el doctor Gudden.
La versión oficial fue la del suicidio, por la que habría puesto fin a su atormentada existencia de soledad. La otra versión es que el rey fue asesinado por los propios poderes de Baviera o de Alemania, debido al problema que podía suponer un príncipe de carácter extraño, crítico con la casa imperial y con la política oficial e incomprendido por la vulgar sociedad de su momento.
La versión menos probable pero, eso sí, la más romántica y peliculera es la que asegura que el rey quería escapar de su confinamiento. Como era un notable nadador, pretendió huir a nado hasta un punto cercano donde le esperaba con un coche de caballos su prima Sissi, cómplice y amante secreta. Es cierto que algunas películas han fomentado el morbo de una relación amorosa entre Luís II y la emperatriz Sissi, pero esta relación no tiene fundamento alguno. Sin embargo, algunas cartas privadas y documentos personales (los diarios originales se perdieron durante la Segunda Guerra Mundial) dejan entrever su homosexualidad.
Neuschwanstein, ese lugar mágico, el refugio de un rey llamado loco que se había construido en busca de soledad y retiro de la vida pública, resulta que hoy es uno de los castillos más visitados de Europa. Tan sólo siete semanas después de su muerte ya se abrió el castillo al público, un público que queda día tras día boquiabierto ante tal maravilla.
Su situación es idílica, única. Está situado en la cumbre de un cerro y se encuentra en medio de densos bosques de pinos y abetos. El proyecto nació de su imaginación y el rey supervisó a pie de obra su construcción.
El 13 de mayo de 1868 escribió a Ricardo Wagner: “Tengo la intención de reconstruir la vieja ruina del castillo de Hohenschwangau, en la garganta de Pöllath, manteniendo el verdadero estilo de los antiguos castillos feudales alemanes … El emplazamiento es uno de los más bellos que se puedan hallar…”
A los pies de Neuschwanstein está el Schwansee, o lago del cisne, y al lado, el castillo de Hohenschwangau.
A pesar de ello, Luis II apenas lo disfrutó. Sólo vivió aquí 170 días, hasta que en 1883 murió sin ver concluidas las obras. 170 días que vivió en un mundo poético imaginario de la Edad Media.
Y nosotros nos disponíamos, como tantos miles de visitantes, a violar la intimidad del solitario rey entrometiéndonos en sus aposentos privados.
Desde Füssen es fácil llegar al castillo, sólo hace falta seguir las indicaciones. A pesar de que era aún temprano y de que hacía mal tiempo ya empezaba a haber mucha afluencia.
Los coches están obligados a aparcar en un parking público (4.5€). Los tickets para la visita no se pueden comprar en el castillo, sino en la oficina habilitada para tal fin. Hay la posibilidad de comprar la entrada para un solo castillo o una entrada combinada para Neuschwanstein y Hohenschangau. Está muy bien organizado, la única manera de que un lugar que recibe tantos visitantes cada día no sea un absoluto caos. En el ticket sale impresa la hora de la visita, el turno que corresponde y el idioma del audio.
A Neuschwanstein se puede llegar andando pero además hay un servicio de carros (6€ por persona) o frecuentes autobuses (1.8€ subida- 1€ bajada – 2.6€ subida y bajada) que van y vienen abarrotados.
Desde la parada del bus hay un cartel señalizando dos direcciones: el puente de Marienbrücke o el castillo. Primero caminamos hasta el puente que traspasa la elevada garganta del torrente alpino Pöllath la cual forma la cascada del mismo nombre de 45 metros de salto y que se encuentra debajo del puente.
A 92 metros sobre el barranco se levanta el puente, considerado una obra maestra de la ingeniería en aquella época. Es un lugar impresionante desde donde hay unas vistas inmejorables del castillo y su entorno. Retrocedemos y seguimos las indicaciones que conducen hasta el castillo. Son unos 10 minutos de camino con unas vistas increíbles. Se ve el castillo de Hohenschwangau que sobresale en medio del valle, lagos de agua de un color azul intenso y las escarpadas montañas con las cumbres cubiertas por una tímida capa de las primeras nieves.
Esperamos nuestro turno y empezamos la visita con la audioguía en español. Se inicia la visita por la antesala y desde aquí se camina por un corredor donde se pueden ver algunas habitaciones del servicio.
A pesar del aspecto medieval del castillo, se aplicaron las últimas tecnologías del momento. Impresiona la Sala del trono (sin trono) con una apariencia de capilla bizantina. La escalinata en mármol de Carrara conduce al ábside donde tenía que ir colocado el trono de oro y marfil. El suelo de mosaico está confeccionado por más de 2 millones de piedras y representa la vida de los animales y plantas del Planeta.
El balcón cubierto de este salón ofrece una de las mejores panorámicas alpinas, con vistas sobre las montañas, los lagos Alpsee y Schwansee y el castillo Hohenschwangau entre ambos.

La habitación más ricamente decorada es el dormitorio del rey, en estilo gótico tardío y con un espectacular dosel en madera de roble. Las pinturas representan la leyenda de Tristán e Isolda. Del dormitorio se accede a la pequeña capilla con vidrieras que representan la vida de San Luís.
Pasamos demasiado deprisa por la Antecámara, la Sala de estar y el Gabinete de trabajo. La mayor parte de pinturas, igual que en el resto de habitaciones, están inspiradas en motivos que también sirvieron de tema a Richard Wagner para escribir sus óperas. La gran Sala de los Cantores está decorada con pinturas inspiradas en la leyenda de Parsifal, tema de la obra maestra de Wagner. En vida del rey, nunca se llegó a utilizar esta sala.
Es también interesante fijarse en algunos detalles de la cocina y observar como también aquí se incorporaron los últimos avances tecnológicos, como agua corriente fría y caliente, un asador automático, un calentador de platos o un elevador.
No hace falta decir que el castillo dispone de restaurante, cafetería y tiendas donde venden de todo y más.Nos despedimos de Neuschwanstein y sólo cuando se contempla serenamente, gozando a la vez del paisaje circundante, se llega a comprender la extrema sensibilidad de su creador, al que Paul Verlaine llamó “el único rey de sus siglo”. No está autorizado sacar fotografías en el interior del castillo, por tanto, las que aquí aparecen de las salas interiores no son propias.