Cuando Gëorgia Knap se quedó huérfano de padre y madre tenía quince años y parecía que la muerte estaba tan lejana que casi ni podía divisarla, allá, oculta en el horizonte. Margueriite, la madre, hacía tiempo ya que no estaba en este mundo, y Léonce, el padre, acababa de morir. Fue al ver la cara de su padre difunto, ajada por la enfermedad y la miseria, cuando el pequeño Gëorgia recibió el golpe más fuerte de su vida: la certeza de que, un día u otro, a él también le tocaría morir. Y de hacerlo a tiempo, además, lo haría decrépito, arrugado y viejo. La obsesión con esa horrible idea que no le dejó dormir a partir de entonces convirtió a Gëorgia, con el paso de los años, en un genio.
De cualquier modo, la faceta más curiosa de Knap fue, sin duda, la de ser un mecánico y electricista tan novedoso que hasta llegó a ser ciertamente futurista. Gëorgia Knap, hijo de su época, veía la electricidad como la veían todos sus congéneres: una innovación tan grande que cambiaría todo lo conocido hasta entonces. En unos años en los que la principal atracción de muchas ferias consistía sencillamente en alumbrar luces eléctricas durante unas horas, Knap ideó las casas eléctricas e, incluso, un hotel en pleno centro de París sin un solo empleado (aparentemente).
Villa Feria Electra, en el 14 de Pierre Gauthier (Troyes) sigue en pie hoy en día, más de cien años después de su construcción. Al menos en lo que respecta al portal de entrada. Fue el ambicioso proyecto, en 1907, de Gëorgia Knap, que por aquel entonces ya contada con sobrada fama de genio excéntrico, huraño y un tanto misterioso en su ciudad natal. Hoy en día no nos sorprenderá, pero por aquel entonces era casi cosa de magia: las puertas de Villa Feria Electra se abrían con un portero automático diseñado por el propio Knap. El largo camino que llevaba del portal hasta la casa se iluminaba para el visitante si alguien,
Todo aquello lo había construido Geörgia Knap con sus propias manos durante quince largos años de soledad, de obsesión por no morir, por dejar algo en el mundo que le hiciera vivir en el recuerdo de la gente y en la historia de la técnica. Lavadoras eléctricas hasta entonces jamás inventadas, un sistema de radiación eléctrica que cocía los huevos sin falta de agua, camas calefactadas a gusto del usuario: Villa Feria Electra era toda una exhibición de tecnología que, desafortunadamente, conocería el olvido más absoluto tras la muerte de su creador y propietario.
Tampoco resistió al paso del tiempo la Maison Electrique que Knap instaló, como hotel, en la esquina que une el boulevard des Italiens con rue Le Peletier, en París. Actualmente un edificio moderno ocupa el solar de lo que un día se pareció mucho a lo que años atrás habia reflejado Segundo Chomón en su cortometraje El hotel eléctrico. La Maison Electrique, según la definía en marzo de 1913 la revista Alrededor del mundo, era más magnífica que el Ritz y el Carlton y que otras casas de primer orden (…) ha añadido el atractivo de no tener mozos, porteros ni camareros. En aquella maravillosa casa está todo servido por la electricidad.
La homóloga de Villa Feria Electra en la capital francesa alquilaba sus habitaciones
Las casas eléctricas de Gëorgia Knap duraron tan poco como lo hizo la pasión por la técnica. En cuanto se pasó la moda y la electricidad dejó de ser el juguete nuevo de la sociedad, el hotel parisino se fue a la ruina y el propio Knap se dio cuenta de que, a fin de cuentas, un huevo cocido por radiación quizás no ayudase a retardar gran cosa la muerte. Y, sin embargo, con el paso de los años todas las casas fueron haciéndose cada vez más eléctricas, sin saberlo. El viejo Knap no fallaba, realmente, en explicar que todos aquellos inventos de genio chiflado serían,
Gëorgia Knap adoptó la fama de inventor loco sin merecerlo o, al menos, mereciéndolo tanto como otros precursores de la ciencia que sí están reconocidos como tal. Mucho antes de que la ciencia ficción invadiera las librerías y todo el mundo tuviera una cocina eléctrica en casa, alguien gritaba las bondades de la técnica recibiendo, a cambio, que muchos le llamasen chiflado. Quienes rechazaron sus a veces exageradas y presuntuosas innovaciones serían aquellos quienes, años o generaciones después, las usasen en su día a día sin apenas darse cuenta.
Qué injusta es la memoria a veces y qué ciegas las personas: Gëorgia Knap, aunque en mi opinión sí lo hizo, desgraciadamente, en su teoría-deseo de que la muerte podía retrasarse ad infinitum, no se equivocaba siempre. Como no suelen equivocarse aquellos que dedican toda una vida a luchar por sus sueños.
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Para saber más:
- Hojas Selectas (enero, 1908). Incluye un extenso reportaje sobre Villa Feria Electra
- La Ilustración Artística (febrero, 1907). “La quinta encantada Electra, de M. Jorge Knap, en Troyes”
- Alrededor del mundo (febrero, 1907). “La casa encantada de Troyes”
- Frederic Lees (1907). “An electric villa”
- Maurice Magnien (1980). “De la rêve a la rigueur: la maison électrique de Georgia Knap (1913)”