Pero yo diría que la vergüenza no la hemos perdido ahora sino que ésta ya había desaparecido de nuestro entorno desde hace mucho tiempo, y que la mediocridad nos viene acompañando como nuestra sombra sobre todo cuando el sol ha sido más fuerte y cuanta más luz hemos tenido en nuestros rostros, en cuyos momentos nuestra sombra ha sido larga y sólida, casi palpable.
No había visto nunca tanta falta de compromiso, no hablo de revoluciones ni de rebeliones, hablo de que los hombres y mujeres de a pie que conocen quién es decente entre ellos, se junten y digan: esta persona vale y la queremos al frente, en reemplazo de aquel gobernante corrupto. La actitud generalizada de que todo está mal y todos los políticos son iguales no lleva a ninguna parte; la rabia puede ser encauzada hacia el compromiso, la indiferencia empuja al abismo. Si la hemos perdido, volvamos a tener un poco de vergüenza; si la época de la abundancia nos hizo mediocres, es tiempo de reconocer que hoy nada nos sobra; y si todo ya nos da igual, pensemos que hay hijos, nietos, hermanos menores, primos, amigos, vecinos que aún necesitan de nuestro compromiso.