Los toros mecánicos (Mariano de Cavia)

Por Antoniodiaz



 Mariano de Cavia, "Sobaquillo"De pitón a pitón, 1888 Visto en Cultoro
Tengo vivísima fe en los adelantos modernos, y poseo la firme seguridad de que no tardará en surgir un nuevo Juanelo Turriano que construya toros automáticos, tan perfectos como la maravillosa figura de movimientos que dio nombre en Toledo a la calle del Hombre de Palo… De tal suerte van poniéndose los ganaderos de reses bravas, que si un hombre de genio acertase a fabricar toros mecánicos, arruinaría en poco tiempo a todos los criadores de toros auténticos, dejándolos sin clientela. Empresas y toreros preferirían los toros automáticos.
Las empresas porque sabrían a qué atenerse respecto a la calidad del genero, y porque les saldrían mucho más baratos que los de carne y huesos, atendida la facilidad con que, una vez arrastrados, se les podría volver a armar, remediando sus desperfectos y dándoles cuerda nuevamente para “torearlos” en corridas sucesivas.
Los preferirían también los toreros, porque conocerían de antemano las condiciones de las reses, puesto que la casa constructora expediría toros a la medida y a gusto del consumidor, con tantos y cuantos derrotes garantizados; con tales y cuales grados de bravura; con esta o aquella cantidad de empuje, velocidad, etc.
Y no crean por eso las almas sensibles que la vida de los lidiadores quedaría asegurada.
Conténtense esos espíritus generosos –ya que a los filántropos y humanitarios les interesa más la vida de las bestias que la de los hombres –; conténtense, digo, con saber que el prodigioso invento de los toros mecánicos libraría de los horrores de la lidia a los pobrecitos jarameños, marismeños y colmenareños, que ahora pagan el pato…
Y a las nuevas máquinas sería más difícil torearlas mal y más fácil torearlas bien, porque las reses de movimiento estarían compuestas y construidas para no responder más que a las suertes ejecutas en regla.
Así, ni los toreros tendrían para que disculparse, llamando güelles a los toros, ni los “ganaderos” podrían llamarse a engaño, como presentasen reses perfectamente dispuestas y acondicionadas.A las que se interrumpiesen en plena lidia se les daría cuerda, en equivalencia del actual vilipendio de las banderillas de fuego, y a las que no diesen juego alguno, se las llevaría al corral en brazos de los nonos sabios, provisto cada cual de su cencerro correspondiente, a fin de conservar la tradición de los cabestros.
- ¡Hombre!, para broma basta.- Pues no basta, lector pacientísimo, porque continuando de deducción en deducción he pensado también: ¿Eso que se hace con los toros, no podría hacerse asimismo con los toreros?
Alto ahí, volverá a decir el lector:- Usted, por lo visto, sueña con convertir el toreo en un espectáculo de fantoches.Y yo confesaré mi error, y cantaré la palinodia, y reconoceré que, efectivamente, me he caído de un nido; pero diré en conclusión:- Fantoches por fantoches, los de ahora son peores y más caros.”