Los trabajadores del Teatro Colón han decidido ofrecernos un gran concierto.
Plácido Domingo no cantará en el Colón que Macri y CFK quieren privatizar ni para una fundación privada, sino en el Obelisco para la masa del pueblo.
Lo hará rodeado de banderas y carteles que reclamarán el cese de las sanciones contra los delegados sindicales, la satisfacción de las reivindicaciones y el reclamo de que el Colón sea una institución pública al servicio de la producción de arte para la mayoría nacional.
El poder en la Ciudad -que ha quedado en el vacío como consecuencia del fracaso del macrismo y de sus antecesores, Ibarra y Telerman- para doblegar a los trabajadores, músicos y bailarines del Colón ha sido ocupado por el poder de esos trabajadores -que han conquistado el espacio público y la orientación política y social de las expresiones artísticas en Buenos Aires.
Mientras los K se entreveran con sus viejos socios para apoderarse de los despojos del país, un sector trabajador combativo le está marcando un rumbo a toda la Nación: el control, la soberanía y la gestión por parte del pueblo que produce y que trabaja.
Macri, para servirse de la visita de Plácido Domingo, advirtió que: "Si no tocan, será un papelón internacional". La advertencia a los trabajadores se convirtió en el ‘papelón' del macrismo, el cual quedó desautorizado políticamente por esos trabajadores y por el propio Plácido Domingo.
El concierto del miércoles en el Obelisco es una metáfora política de Argentina: cuando la política burguesa se hunde en el fraude electoral, la extorsión patotera y el crimen de la mafia sindical, los trabajadores y los artistas plantean una reorganización de nuestra sociedad sobre otras bases.