Dibujo de Javier Muñoz para ABC
Siberia es un lugar donde cabe imaginar a James Bond armado con algún artilugio futurista para extraer información del enemigo. Con la tecnología básica y sin licencia para matar, la Olimpiada de Ajedrez celebrada en septiembre en la ciudad rusa de Khanty-Mansyisk fue escenario de una operación silenciosa casi igual de sofisticada. Bastó con un ordenador y un par de móviles (y la retransmisión en directo de las partidas por internet) para convertir a un joven gran maestro francés en una máquina temible. Sébastien Feller ganó la medalla individual de oro en el quinto tablero del equipo galo. Su insospechado cómplice era Arnaud Hauchard, seleccionador nacional. El maestro internacional Cyril Marzolo estudiaba las partidas con ayuda informática y retransmitía las jugadas.
En un enorme gesto de honradez, sin mediar denuncia alguna, la Federación Francesa de Ajedrez (FFE) ha castigado con dureza a los tres implicados por «violar la ética del deporte». Se considera probado el envío de 180 mensajes SMS con jugadas en clave. El código pudo ser descifrado por los investigadores, que contaron con la colaboración del resto del equipo. El GM Maxime Vachier-Lagrave, número uno del equipo, corroboró que el entrenador le confesó que habían hecho trampas, extremo que los implicados siempre han negado. Marzolo ha sido castigado con cinco años de inhabilitación, a Feller le han caído tres (y otros dos de trabajos comunitarios) en consideración a su juventud, mientras que a Hauchard le estará vedada de por vida la entrada en ningún equipo nacional. Francia, por cierto, quedó décima, dos puestos por detrás de España. La Federación Internacional (FIDE) no se ha pronunciado sobre el caso.
Sebastien Feller, gran maestro de 19 años y promesa del ajedrez galo
Según la FFE, Marzolo analizaba las posiciones con ayuda de un ordenador —por 50 euros pueden comprarse varios programas que superan ya en capacidad de análisis a los mejores grandes maestros— y enviaba sus recomendaciones cifradas. El entrenador y receptor se acercaba entonces a las mesas de juego y, mediante una ceremonia establecida de movimientos alrededor de los tableros, indicaba a Feller la mejor jugada. A partir del sistema algebraico de notación, similar al que se usa para jugar a los barcos, cuatro signos (dos, si se mueve un peón) son suficientes para indicar una jugada: b3e5 y el ajedrecista ya sabe que debe llevar la pieza de la casilla b3 a e5. En los SMS interceptados, el mensaje se habría escrito «2355», dado que la letra a se indicaba con un 1, la b con un 2, etcétera. Los SMS incluían dos cifras de «prefijo» (siempre el 06), otras dos correspondientes al número de la jugada y, después de las cuatro fundamentales, otras dos aleatorias de despiste. En el caso citado, el número podía ser 0618235591, por ejemplo. A simple vista, perfectamente inocuo; repetido casi 200 veces, más que sospechoso.
El caso más dramático es el de Feller, de 19 años y con una puntuación Elo (similar a los puntos de la ATP en tenis) de 2.649, la quinta mejor del mundo sub-20. En la Olimpiada hizo seis puntos en nueve partidas, nada fuera de lo posible, aunque su brillante victoria sobre el británico Howell asombró a sus propios compañeros.
¿Cómo se descubre el caso?
Joanna Pomian, vicepresidenta de la Federación francesa, destapó el pastel. Lo difícil fue probarlo después. Casualmente, Marzolo trabajaba para su empresa. Durante una reunión entre ambos, el jugador abandonó la habitación y se dejó el móvil en la mesa. La curiosidad mató al gato y, en esta ocasión, también al ajedrecista. Justo en ese momento llegó un mensaje, procedente de Hauchard: «Date prisa, envía los movimientos…».