Después de dos libros de relatos y varios títulos para el público infantil, Katixa Agirre (Vitoria-Gasteiz, 1981), doctora en Comunicación Audiovisual y una de las nuevas voces de la narrativa en euskera, debuta en la novela con Los turistas desganados (2015), que ella misma ha vertido al castellano. Está planteada como una road-novelfresca y desacomplejada sobre una pareja que recorre el País Vasco contemporáneo, con la ligereza del viaje por placer, pero también con la gravedad de los recuerdos que empañan estas tierras para la protagonista, unos recuerdos que remiten al terrorismo, aunque no lo definiría como un libro «sobre ETA», sino como una crónica novelada en la que el tema surge porque estuvo ahí, en su pasado. La narradora, Ulia, quiere compartir el lugar de su infancia con su novio, Gustavo; esa es la motivación de este viaje por carretera, una motivación que potencia la complicidad. Ella, además, está haciendo una tesis doctoral sobre el compositor Benjamin Britten.Pese a los premios que recibió cuando se publicó en euskera, y pese a su planteamiento a priori atractivo (la exploración de los espacios simbólicos de la infancia, la relación de una pareja joven), Los turistas desganados me parece una novela fallida. Para empezar, más que una road-novel, tiene la estructura de un cuaderno con apuntes dispersos, a caballo entre el dietario, el ensayo y el libro de viajes, con todo lo que esto implica: tan pronto avanza en el trayecto como hace digresiones sobre su tesis, recuerda un episodio del pasado o apunta la receta de un cóctel. Pierde el hilo. No es la primera autora en construir una obra experimental (o un artefacto, como lo llaman últimamente) y el género tiene su interés, por supuesto. Es solo que, en mi opinión, aquí (repito: aquí) no funciona. Desde el principio tuve la sensación de estar ante un texto deslavazado: fragmentos inconexos y mediocres que, por mucho que pretendan conformar un collage de la vida de la narradora, están demasiado sueltos, poco hilvanados. Muchos resultan prescindibles, intrascendentes. El estilo tampoco convence, creo que todavía no ha encontrado una voz personal: hay fragmentos que podrían ser un post de Facebook (ligeros, triviales), mientras que en otros adopta un registro periodístico común, o, directamente, enciclopédico (como los relativos a su tesis, que rompen el tono). Le falta «textura» literaria, y se le notan los vicios de la escritura académica (demasiadas referencias).
Katixa Agirre
Casi podría repetir la misma crítica que he hecho a otros autores de narrativa española: los escritores jóvenes de hoy son muy inteligentes, tienen una sólida formación cultural, pero escribir ficción, narrar, no es lo mismo que investigar o redactar un ensayo, ni aun aceptando la existencia de géneros híbridos. No hay voluntad alguna de contar una historia, de construir unos personajes interesantes, que despierten el interés por seguir leyendo y no suenen a un alter ego demasiado evidente de la autora. Le sobra paja intelectual, tiene tendencia a contar más de lo necesario. Por otra parte, la literatura surge de la vida, de acuerdo, pero conviene «vestir» las experiencias, darles esa textura literaria de la que hablaba. En este libro se plasman tal cual (o, al menos, da esa impresión, que es peor), como una especie de álbum de recuerdos, con esos detalles que importan a quien le sucedieron pero no a quien los lee (como el fragmento sobre los atentados del 11-M en Madrid, cuando la pareja se conoció). Mi valoración se resume en que le sobra anécdota (por mucho que la anécdota remita a sucesos graves) y le falta literatura.