En 2016, la HBO estrenaba una nueva serie de televisión que rápidamente se convertiría en todo un éxito: Westworld, basada en la película de Michael Crichton del mismo nombre. Algunos meses antes, el Channel 4 británico también empezaba a emitir Humans, la versión del formato sueco Real Humans. ¿Pero qué tienen en común estas producciones? En todas ellas se explora la posibilidad de un futuro no muy lejano donde la inteligencia artificial adquiera un papel importante.
Los recientes avances en esta área de estudio sitúan en el centro del debate hasta qué punto las máquinas estarán capacitadas o cuánto debería permitírseles poder adquirir una inteligencia casi humana. ¿Debería el desarrollo técnico llevar a la sociedad actual a una realidad parecida a la del capítulo “Be Right Back” de Black Mirror, donde la protagonista adquiere una réplica sintética de su novio fallecido?
Es evidente que todavía queda mucho para llegar a ese punto, como retrata retrata la película Her. Aun así, este año 2018 se han visto algunos cambios en estos sistemas digitales, más cualificados que nunca para interactuar con los humanos, administrar hogares, tomar decisiones y asistir a los empleados en su trabajo.
La informática es, pues, el sector que más se beneficia de los desarrollos en inteligencia artificial. Mediante una serie de algoritmos, los ordenadores pueden llegar a predecir y deducir, lo que permite, por ejemplo, ofrecer un anuncio a una persona que forma parte del grupo demográfico que más interesado puede estar en él. La A.I. (Inteligencia Artificial) también ha traído mejoras en la defensa cibernética, que puede detectar ataques y proporcionar soluciones en cuestión de segundos.
Otro ámbito en el que cada vez va abriéndose camino es, por sorprendente que pueda ser, la medicina. Las redes neuronales convencionales se utilizan para detectar eficazmente cánceres de piel, incluso con más precisión que los propios dermatólogos. Asimismo, sistemas parecidos pueden utilizarse para emparejar el órgano más compatible con su receptor. En ambos casos, el porcentaje de casos de éxito se ve sin duda incrementado.
¿Y qué hay de los videojuegos? Efectivamente, la inteligencia artificial también se usa en la industria gamer. Esta tecnología puede llegar a programar parte de los juegos, algo que sin duda ahorrar mucho tiempo a los desarrolladores, pero también permite darle mayor realismo a las reacciones de los personajes secundarios en juegos de rol como Grand Theft Auto. En los próximos años podríamos ver un aumento de los asistentes virtuales también en este sector.
Todo ello fácilmente lleva a la conclusión de que todavía hay mucho por explorar y se necesitarán muchas mentes pensantes para dotar a las máquinas de mayor inteligencia y acercarlas a los robots que se ven en las películas. Al mismo tiempo, no obstante, esta automatización podría suponer a la larga una pérdida de puestos de trabajo. Es más, un reciente estudio del McKinsey Global Institute calcula que serán entorno a los 800 millones en 2030.