Diego Balbi, un adolescente refugiado en casa de sus abuelos maternos, entra a trabajar en La Prensa, diario limeño de ideas conservadoras. Sus deseos de hacer carrera en un periódico de prestigio chocan contra una realidad laboral grotesca, esperpéntica e hilarante.
Novela de aprendizaje y educación sentimental, a la vez que parodia política y social.La crónica satírica y burlesca del periodismo cutre, visto a través de los ojos de un adolescente que lleva a cabo, en tan sórdido y disparatado contexto, su aprendizaje de la vida e incluso su iniciación al amor.
El sentido del humor y del absurdo hallan vehículo idóneo en la extraordinaria destreza narrativa de que da muestras el escritor.
De carácter necesariamente autobiográfica, Jaime Bayly lo manifiesta así en las primeras líneas aclaratorias de la novela;
"Una novela se origina a veces en una suma de hechos fortuitos a los que años más tarde el escritor intenta dar sentido como quien arma un rompecabezas. Esta novela es eso mismo. Yo no elegí vivir con mis abuelos maternos en 1980 y 1981 y tampoco elegí trabajar en el diario La Prensa desde enero de 1980, cuando aún no había cumplido quince años. La suma de esos dos hechos azarosos (o debidos a la voluntad de mi madre) me dejó en la memoria unos personajes y unas atmósferas que años después intenté recrear en esta novela. La escribí en un departamento de la calle 35, en Georgetown, Washington DC, en 1994, esperando a que saliera publicaba mi primera novela y a que mi esposa se graduase de su maestría en la universidad.
No podía olvidar los años en que viví con mi abuelo Roberto Letts, primero en la calle Las Magnolias, luego en la avenida Salaverry, en una casa azul, de dos pisos, con balcón a la calle, que todavía sigue en pie, deshabitada que yo sepa. Mi abuelo Roberto fue agricultor toda su vida y fue un agricultor infatigable y apasionado, y llegó a poseer una vasta hacienda al norte de Lima. Cuando yo era niño, mis padres me llevaban a la hacienda del abuelo y nos quedábamos a dormir y a veces nos dejaban subir a los tractores y yo veía cómo mi abuelo amaba esas tierras, esos árboles, esas frutas que cuidaba y cosechaba y metía en cajones para vender. Fue agricultor desde muy joven y su hacienda era todo lo que tenía, todo lo que había soñado, su vida entera. Pero un día vino un dictador militar, Velasco, y le quitó su hacienda y no le dio un sol en compensación, y el cardenal Landázuri bendijo ese despojo. Mi abuelo nunca pudo recuperarse de esa triple desgracia."