Hoy, a su vez, el destino ha querido que conozca la opinión de una de mis lectoras; y a pesar del baño de buenas sensaciones que esta novela me está dando, esta ha sido especial, porque ella me confesaba que nunca le había sacado tanto partido a 12€ (sí esta novela solo cuesta eso), pues me decía que mientras la ha leído: ha soñado, se ha parado a pensar, ha viajado y hasta ha llorado. Cuatro de las grandes sensaciones que un ser humano puede experimentar a lo largo de su vida, y que a ella, le han durado alrededor de una semana, justo el tiempo que ha tardado en leerla. A lo que tengo que unir que cada vez son más los que me confiesan que no paran de subrayar frases o poner notas en las páginas de este viaje interior que, por arte de magia, no es una historia de muerte, si no de una vida fundamentada en la búsqueda del amor, la belleza y el arte a través de los sentidos. Características todas ellas que, Noemí Trujillo, expresó magistralmente en el prólogo que antecede a esta novela y que yo hoy os invito a leer, pues es la mejor carta de presentación de lo que viene luego, y mi forma de expresar mi más sincero agradecimiento, por todo: ¡gracias!
Ángel Silvelo Gabriel.
Zambullirse en un lago
“Los poemas solo se entienden con los sentidos. Cuando uno se zambulle en un lago, no es para nadar hasta la orilla de inmediato(…) para deleitarse con la sensación del agua(…)no hace falta entender al lago… la experiencia está más allá del pensamiento. La poesía calma, envalentona el alma y acepta el misterio” (John Keats en la película
Bright Star de Jane Campion).
Bright Star, la película dirigida por Jane Campion, intenta contar los tres últimos años de vida del poeta británico John Keats. Los últimos pasos de John Keats, de Ángel Silvelo Gabriel, inspirada libremente en la película de Campion, cuenta los tres últimos meses de vida del poeta. Lo que tienen en común los dos es que tanto la película de Campion como el libro de Silvelo solo pueden entenderse con los sentidos. Es decir: solo pueden sentirse. Ángel Silvelo Gabriel, autor de novelas como Fragmentos, Dejando pasar el tiempo, La sombra de los olvidados y Adela y Galiana, hace en esta novela un ejercicio de introspección increíble para transportarnos a principios del siglo XIX, para que nos metamos en la cabeza, en los pensamientos, en los deseos, los miedos y las esperanzas de uno de los mayores poetas del Romanticismo. Confieso envidiar a Silvelo desde la primera a la última página de este delicioso libro. Empezar a leer esta novela es olvidarse del convulso siglo XXI, de la omnipresencia de la tecnología en nuestras vidas, y relajarse en un lírico monólogo interior que produce en nosotros una sensación de paz similar al hecho de mirar el jardín a través de las cortinas de nuestra habitación. Habitar estas páginas es buscar el reflejo de la vida de Keats: un poeta no demasiado querido por los críticos de la época y que murió creyendo que nadie recordaría su nombre. John Keats se alza en este libro como metáfora del artista contemporáneo: ¿o acaso el noventa y nueve por ciento de los creadores del siglo XXI no pensamos que moriremos en el anonimato de la red en la que compartimos nuestros escritos? En el capítulo I del libro escribe Silvelo:
“La verdadera vida huye en apenas un instante, justo el que dura ese centelleo en el que casi nunca reparamos”. Y eso es este libro: un centelleo de belleza e intensidad. Leer Los últimos pasos de John Keats es perderse en las sensaciones: el intensísimo amor imposible por Fanny Brawne, la incondicional amistad con Joseph Severn, el dolor de la enfermedad que supuso para Keats casi una maldición bíblica, que afectó a varios miembros de su familia y que acabó con su vida; la presencia de la tos, la sangre y la muerte, la muerte como belleza y como parte de la vida misma, la muerte como poesía; y el dolor como instrumento de creación, como redención del artista.
Querido Lector: este no es un libro fácil. Tampoco es un libro para poetas. Es un libro donde se dan la mano la filosofía y la innata búsqueda de certezas que persiguen al ser humano, característica esta última que es una constante en la narrativa de Silvelo y que en este libro se ejercita de una forma sublime y con Roma como refugio y escenario para estas reflexiones. ¿Cuántas veces a lo largo de nuestras agitadas vidas modernas pensamos en la salud, en la enfermedad, en la muerte; en la luz de la vida, en la oscuridad del fin; en el recuerdo y legado que dejaremos en los nuestros? ¿Cuántas veces reflexionamos sobre la belleza, sobre la Creación del mundo, sobre lo efímero y lo eterno, sobre el amor y la soledad? Querido Lector, leer este libro es bucear en todo esto: zambullirse en un lago.
Visité la tumba de John Keats en el Cimitero Acattolico de Roma en diciembre de 2011. Fue una visita rápida con mi familia. Apenas pude tocar su tumba y confesarle: “Querido John, no quiero que mi nombre se olvide”. Después de leer a Silvelo sé que tengo que volver a visitar a Keats. Esta segunda vez espero poder estar a solas con él más tiempo. Le llevaré margaritas.
Noemí Trujillo
Sábado, 29 de marzo de 2014
Viladecans