Retorna a Europa con la ultraderecha el viejo lenguaje nazi que acusa a los demócratas de corromper el aire con un olor a establo que solo desaparecerá cuando ella llegue al poder.
Están invadiendo Europa: En Francia, Jean-Marie Le Pen y su Front National triunfaron el 21 de abril con su viejo discurso sobre establos.
Jörg Haider dice que saneará el olor a establo de su Austria soñada; en Dinamarca habla de establos Anders Fogh Rasmussen, aliado con el partido nacionalista de Piia Kjaersgaard; en Holanda, el extraño Pym Fortuyn, también; en la Italia de Berlusconi es Umberto Bossi quien detecta los establos; en Portugal, Paulo Portas, unido a José Manuel Durao Barroso, y en la Bélgica próxima a elecciones, el partido neonazi flamenco Vlaams Blok, de Filip Dewinter, admirador de Hitler y protector de etarras. .
Aparte de amigos, los ultranacionalistas de derecha como Dewinter y los de izquierda coinciden también en el lenguaje: “Hueles a establo asturiano”, le gritó recientemente Francisco Letamendía, un aspirante a cátedra en la Universidad del País Vasco, al profesor Francisco Llera, uno de los maketos a los que los nacionalsocialistas aterrorizan y quieren deportar.
Oler a establo, limpiar y sanear establos, erradicar establos, quemar establos: expresiones muy queridas por Adolf Hitler.
Ahora, los establos más modernos aprovechan el gas metano que generan. Pero para los ultranacionalistas los mejores gases, sin duda, son los del Zyklon B, probado ya con gran aprovechamiento en Auschwitz.