Deseo compartir una reflexión sobre la temática expuesta en el título. La redacté en una mezcla con una definición personalizada que armé. Esperando que les resulte útil e interesante, los invito a leerla.
Principalmente me enfoco en los valores a nivel individual por ser lo que a mí me interesa trabajar, sin pretender extenderme hacia aspectos sociales y demás. Podría decirse que trataremos a los “valores personales”.
Alzar la vista para contemplar el hermoso mundo de la propia Significatividad.
Todo aquello que destaque como Significativo para uno mismo sería considerado como un valor. Se presenta como un ideal abstracto hacia el que nos sentimos profundamente atraídos. En su máxima extensión se trata de cualidades o ideas profundamente integradas en la totalidad de nuestro ser. Atraviesan todos los planos de nuestra existencia: Espiritualidad, Sensibilidad, Racionalidad y Corporalidad.
En éste caso me refiero a la Espiritualidad entendida como nuestra cualidad, capacidad y tendencia inherente a enaltecer determinados ideales por encima de nosotros mismos. Dicho enaltecimiento ocurre de manera espontánea, casi como si estuviésemos diseñados para realizarlo de manera natural e inconsciente. La finalidad de una espiritualidad entendida en éstos términos es la de satisfacer la necesidad de dar sentido a nuestra vida. Dicho fin se lograría al comprometer y alinearnos armónicamente con aquello que valoramos desde nuestras profundidades más íntimas.
Algunas formas en que nuestra Sensibilidad se manifiesta son deseos, necesidades, sentimientos, emociones e intereses. Dichas formas en su totalidad articulan las distintas nociones de lo que es importante para cada individuo. Aunque puedan resultar aparentemente contradictorias, tengo la convicción de que su articulación es armónica en niveles muy profundos. Por ello, el trabajo consciente a realizar sería ahondar en la totalidad de nuestra sensibilidad para descubrir la verdad que subyace bajo lo que se percibe como subjetivo y desordenado.
Abramos nuestra percepción a las diferentes formas que toma nuestra sensibilidad.
El aspecto de la Racionalidad aporta las creencias que engloban la información acerca de nuestra significatividad. A mi modo de ver, dichas creencias no son algo tan fijo como nos gusta imaginar. Son más bien estructuras mentales que giran alrededor de una o algunas pocas ideas centrales-clave, en las que se confía como válidas. A partir de ellas se ordenan y ubican el resto de ideas que van fluyendo por nuestros circuitos mentales, permitiendo cierto orden y la canalización de las energías a través de pocos ejes centrales. Básicamente las ideas que resuenan con las ideas clave que “marcan el tono”, se reúnen para formar una especie de melodía, fluida y dinámica. Considero que esa imagen puede contrastar un poco con la imagen pública de las creencias como “bloques fijos unidos por una argumentación sólida”.
Por último, llegamos a lo que considero más relevante, principalmente por haber sido aparentemente lo más olvidado. La Corporalidad, da el sentido de acción en el plano de lo manifiesto. Es mantener presentes, a consciencia, nuestros ideales más profundos para que nos sirvan en el nivel de la cotidianeidad. Los valores como ideales propios son uno de los tesoros más bellos que posee cada miembro de la humanidad. Pero, si no se los lleva a la acción, pueden pasar a ser simplemente un bonito adorno existencial.
Considero diligente la actividad de elaborar medios para la concreción de nuestros valores en hechos puntuales, a través de nuestro accionar. Algunos objetivos a alcanzar podrían ser: Tener a disposición una amplia cantidad de dichos medios de concreción; profundizar sobre los medios para que manifiesten cada vez más plenamente lo que valoramos; ir aumentando gradualmente la cantidad de tiempo y energía que se dedica para ponerlos en práctica; atender al cumplimiento de éstos objetivos tanto como nos sea posible y buscar seguir mejorando. Probablemente avocarnos a ésta tarea, haciendo a un lado las distracciones, sea uno de los sacrificios más importantes que toda persona pueda realizar.
Imaginemos el paisaje al que lleva la manifestación plena de todo lo que valoramos.
Opté por realizar una pequeña clasificación que distingue entre los valores Presentes y los En Devenir. Los primeros son aquellos que en la actualidad se mantienen activos en nuestro ser. Si tenemos en cuenta que toda acción tiende a apuntar hacia un bien, entonces podríamos intercambiar la palabra “bien” por la palabra “valor”. Pensándolo así, observar detenidamente toda acción significativa que realizamos cotidianamente, podría facilitar la identificación de los Valores Presentes que dirigen nuestra conducta y nuestra vida.
Del mismo modo, si toda acción busca la manifestación de un ideal importante, se vuelve necesario evitar juzgar o rechazar cualquier acción significativa para uno mismo. Con ello no apunto a que permitimos cualquier cosa “en pos de los propios valores”. Tan sólo busco fomentar una mirada incondicionalmente gentil y aceptante hacia nosotros mismos.
Los Valores Presenten establecen un “Sistema en Red”. En un sistema los distintos elementos mantienen su propia identidad a la vez que interactúan y se influencian mutuamente para conformar un todo. En una red hay nudos que forman el centro de la misma, pero todos se permanecen a una misma altura. La idea sería integrar los nudos más sueltos para mantener y mejorar la armonía en el sistema, pudiendo tomarse el centro de la red como punto de referencia para facilitar la tarea.
Tendamos puentes que faciliten nuestra integración natural.
Con el concepto anterior busco reemplazar el de “escala de valores”, que propone una jerarquía en al que se ponen unos por encima de otros. Con la idea que propongo quiero fomentar una actitud que tienda hacia la integralidad.
La intención es correr el velo que tapa y entorpece la manifestación de una verdadera ética personal que fluya en armonía con la totalidad de nuestra existencia. La aceptación permite la integración del sistema en red del propio “mapa valorativo” que vayamos armando. Dicho así, no existirían buenos o malos valores, sino aquellos con una mayor o menor integración al sistema.
Ello nos lleva a la categoría “En Devenir”. En ella podemos agrupar a todo aquello que consideramos los suficientemente significativo como para formar parte de nuestra vida, pero que aún no vemos integrado a nuestro sistema o manifestado en nuestras acciones. Sin embargo, existe la posibilidad de que ya tengan cierto grado de manifestación sin que fuésemos conscientes de ello.
En otras palabras, cuando alguna cualidad es verdaderamente importante para nosotros, muy probablemente la hayamos hecho parte de nuestra vida de alguna forma u otra. Mantener una observación consistente de nuestra vida y elaborar medios de manifestación a través de nuestras acciones, serían las dos actividades que recomendaría para con los valores que identifiquemos dentro de ésta categoría.
Veamos la vida como un camino para cultivar la belleza que queremos ver florecer.
En mi experiencia, resultó de suma utilidad darme a la tarea de encontrar mi “Ancla”. El o los valores principales que me movilizan a atravesar la vida. Tomar consciencia de ellos permite estructurar y centrar la propia vida, la administración del tiempo, los esfuerzos y la energía. También facilita encontrar o, mejor dicho, descubrir aquello a lo que uno desea dedicar su vida.
La conclusión a la que llegué en la experimentación con mis propios valores me sorprendió. Me encontré con lo que podría clasificarse como Valores Naturales. Señalan la existencia de todo un grupo de ellos que forman parte intrínseca de la Naturaleza Humana. Sé que es un tema amplio y que es una afirmación compleja de hacer, pero me pareció interesante de compartir por lo menos la noción de que los mismos existen. Su importancia radica en que pueden tomarse como el eje de los Valores Ancla/Centrales de la mayoría o la totalidad de la humanidad, al estar impresos en lo profundo del ser humano.
Un eje que nos enfoca hacia el horizonte que deseamos alcanzar.
Toda acción conlleva detrás de su origen un valor relevante para el desarrollo de cada individuo. Así mismo, el desarrollo personal es una minúscula pero importante parte del desarrollo del universo en su totalidad. Por ende, podríamos decir que un aspecto principal de la evolución humana sería tomar consciencia de nuestros valores personales, agrupándolos en las categorías que nos resulten congruentes con nuestro propio ser e intentando asegurar una integralidad en su sistema.
A mi criterio, dicho aspecto del proceso evolutivo de nuestra especie está en manos de cada uno de nosotros y sólo puede ser atendido principalmente de manera individual. Es por ello que me gustaría fomentar la dedicación constante y cotidiana hacia ellos a través de estas palabras. Espero haber logrado mi ambicioso objetivo, al menos parcialmente.
Tomemos un camino que nos conecte con nuestro pequeño gran aporte al inmenso despliegue de universo.
“Confío en la Evolución Humana y deseo todo aquello que sea necesario para la misma, esperando así mismo ser un agente activo en su proceder tanto como esté dentro de mis posibilidades. Es por ello que espero que estas palabras sean útiles para el desarrollo de quien se tome el tiempo de leerlas”.
Exequiel I. Galeano.