Los beneficios y atributos de la música en la educación en valores son conocidos desde la antigüedad. Platón y Aristóteles, a través de la Teoría del Ethos, que estudiaba el estado anímico de las personas, atribuía a la música un papel determinante en la formación del carácter de las personas ya que podía fortalecer o debilitar su voluntad, estimularle y condicionar sus acciones y conductas. Posteriormente, grandes pedagogos musicales del siglo pasado, como Émile Jaques-Dalcroze o Edgar Willems, constatatan la importancia de la educación musical para el desarrollo del ser humano en su totalidad. Sin duda, a través de la voz, el cuerpo y los instrumentos, podemos crear un medio paratransmitir aquello que somos, sentimos o pensamos y, cómo no, aquello que valoramos y apreciamos.
Por Alfredo Vicent - Profesor de la UAM y Doctor en Historia y Ciencias de la Música
Si para Boecio en el siglo VI, "cualquiera que llega al fondo de sí mismo, sabe lo que es la música" (De institutione música, Libro I), catorce siglos después, para el compositor alemán y pedagogo, Carl Orff, "la música comienza en el hombre, no en el instrumento, ni en el primer dedo ni en la primera posición, o en este o aquél acorde. Lo primero es el propio silencio, el escuchar hacia adentro, el estar abierto (preparado) para recibir la música, para escuchar el propio latido y la propia respiración" (Musik der Kindheit, 1932). En el fondo de estas dos declaraciones está la evidencia de un mundo interior que ha experimentado el misterio de la música, o, lo que es lo mismo, la claridad de ese misterio. Esto es, se han dado las condiciones para la verdadera escucha.
Hace ya mucho tiempo que nos hemos quedado sin diálogo. Hemos ido perdiendo progresivamente las facultades que lo hacían posible: escuchar, preguntar, pensar con un orden, argumentar, criticar para construir e iluminar lo que está oscuro y es confuso. La actitud dogmática simula protegernos con resultados y soluciones, a la vez que nos aleja de la verdadera actitud científica, donde nada se cierra porque siempre hay una nueva pregunta por hacer. El verdadero valor de la cultura se nos oculta tras una sucesión demasiado vertiginosa de sucesos, y nada nos puede hacer más libres y poderosos que ser cultos en su sentido profundo. Hace ya muchos siglos, Aristóteles proclamaba abiertamente en su Política: "Nada hay tan poderoso como el ritmo y el canto de la música, para imitar, aproximándose a la realidad tanto como sea posible, la cólera, la bondad, el valor, la misma prudencia, y todos los sentimientos del alma, como igualmente todos los opuestos a éstos" (Política, Libro VIII, 5).
Y así, sólo desde la experiencia de la música podemos compartir esta certeza:
"La lección más difícil para el ser humano – aprender a vivir con disciplina pero también con pasión, con libertad y al mismo tiempo con orden – es evidente en cualquier frase musical."Daniel Barenboim, El sonido es vida, 2008, p. 34
Alfredo Vicent