Los vecinos, un relato corto de fantasía

Por Déborah F. Muñoz @DeborahFMu

Hoy tocaba escribir en base al reto dados de relatos cortos. Ha salido un resultado un poco extraño, y me he comido mucho el tarro hasta dar con lo que ha salido; solo necesitaba un toque de fantasía, ¡a ver qué os parece!

Los vecinos

La vida de Melvis era más interesante desde que espiaba a los vecinos con el viejo catalejo de su difunto marido. Estos habían conseguido engañarles a todos con su apariencia de felicidad pero, aunque él llegaba a casa como cualquier marido corriente y cenaba con su familia, a Melvis ya no la engañaban. Y es que, cuando ya era bien entrada la noche, muchos días él se iba a dormir a la caravana que tenían aparcada en la entrada, levantándose muy pronto para entrar en la casa antes del desayuno y fingir que había pasado la noche en casa.
Por desgracia para Melvis, su credibilidad como cotilla había sufrido un duro revés en el pasado y, cuando contó a sus amigas lo que sabía mientras disfrutaban de un banana split, todas dieron por supuesto que se lo había inventado. Pero ella no se iba a rendir, solo necesitaba pruebas. Así pues, la siguiente noche que él durmió en la caravana, esperó unas horas, se puso sus zapatillas y andó con sigilo hasta allí. Las ventanas tenían cortinas pero, sin duda, si tenía cuidado, podría abrir la puerta, asomarse y echarle una foto mientras dormía...
Abrir esa puerta fue lo último que hizo. El hombre lobo, incapaz de hacerlo con sus largas garras, la escuchó llegar y, adivinando sus intenciones, se mantuvo en silencio hasta que esa cotilla se confió y decidió asomarse. En apenas unos instantes, la despedazó y, saciada su sed de sangre, corrió al bosque para disfrutar de su libertad.
Al día siguiente, recuperado el control de sí mismo, el hombre se deslizó, desnudo, dentro de su casa, se vistió y dijo a su esposa lo que se iban a encontrar en su jardín. Luego, mientras ella entretenía a los niños para que no salieran, llamó a la policía e informó de que había encontrado a su vecina, despedazada por algún animal, en su jardín.
Por suerte, al no pensarse, ni por un momento, que pudiera haber sido otra cosa que alguna bestia salvaje, despejaron la zona antes de esa misma noche y pudo volver a encerrarse en su caravana para poder pasar otra noche de luna llena. Eso sí, esta vez se aseguró de que, además de no poder salir la bestia, nadie pudiera entrar tampoco.