Una mañana de 2011, viajando de Zurich a Basel
Tenía rato sin escribir por aquí, por andar escribiendo en otro lado. Sobrevivo entre palabras y cada viaje trazado es una nueva oportunidad para sentarme en esa esquina caótica de mi casa a revivirlo y contarlo. Me pagan por eso y entonces me río en voz alta porque mi oficio me parece una combinación perfecta: viajar, escribir y cobrar para poder seguir viajando (y vaya que este mes me tocó perseguir gente para tener el pago a tiempo) Pero entonces también vengo aquí y revivo nuevamente cada aventura, porque nada tendría sentido si todo eso que voy viendo y aprehendiendo lo guardo en alguna gaveta de mi cuarto, al lado de las medias grises. Por eso escribo y lo comparto. Aquí cada línea se parece a lo que sueño, a lo que soñamos muchos, y si solo una inspira a alguien más, entonces esa sí es mi mejor recompensa. No recibo ni un centavo por este blog, pero me llena de satisfacciones y de alegrías que si se contaran en millas ya me hubieran pagado un viaje a Australia, ida y vuelta.
Tengo varios viajes en puerta; de esos viajes que arrastran más afectos que un destino en particular. Viajes en los que no te importa volver a pasar por el mismo sitio si se lo estás mostrando a alguien que lo verá por primera vez. Pensé, en algún momento, relajarme y no ver esas ciudades que pronto veré con esos lentes de viajero, que me hacen detallar todo, preguntar mucho y recordar tanto. Pero es inevitable despegarme de ese lado periodístico y mucho más, despegarme de mi blog; así que caminaré esas calles como quien va tratando de conquistar el mundo en cada esquina, buscando ese no sé qué que quizá pueda pasar desapercibido para muchos. Es probable, muy probable, que me vista de varias emociones, que camine con la curiosidad de un niño y que hable más de la cuenta. Esta vez no viajo sola y esa es la razón de tanto delirio, de que se aglomeren tanto las ganas.
Tenía rato sin escribir por aquí, por andar escribiendo en otro lado. Por estar tejiendo otras historias viajeras en papel para luego acumularlas y convertirlas en algo. Escribo y alguien, en este preciso instante me pregunta por Twitter cómo hago para viajar, si esa constancia está destinada para inmortales y la realeza. Le respondo que no soy lo uno, ni lo otro (y en realidad, ahora que lo pienso, no me gustaría ser lo uno, ni lo otro) y que esto para mí significa mucho empeño, concentración y sacrificio (eso ya lo conté aquí) La verdad es que, si lo ven en perspectiva, tampoco he viajado tanto; pero sí he recorrido mucho más de lo que creía posible hace un año, por ejemplo. Entonces, los mapas se vuelven gigantes, trazo más rutas, sueño más (si es posible aún más) y doy otro paso. Se tiene que dar un paso a la vez, pero se tiene que dar.