Los vinos Argentinos en su momento mas “dulce”

Por Rumbovino @rumbovino
Dejé pasar unos cuantos días antes de escribir y publicar esta entrada. Por un lado porque no estoy seguro que sea la nota más oportuna para empezar el año y de paso retomar el blog luego más de dos meses de inactividad en la web. Luego por lo normal que nos pasa a todos tras unas vacaciones, hay que atender muchas cosas atrasadas del trabajo que no entienden de tiempos y síndromes pos vacacionales. Y por último, y quizá la más importante, por dejar decantar algo las ideas antes de escribir mis impresiones sobre los vinos que probé durante este último viaje a Argentina (noviembre del año pasado).
Considero que siempre, desde nuestra posición de “críticos” de vinos, no titulados pero “críticos” al fin, nos corresponde hacer un escrito que de alguna forma justifique cada sentencia. Así que previamente a dar mi opinión general de lo que me dejaron esos 20 días probando tintos Argentos, me gustaría dejar en claro algunos puntos que a mi juicio no han influido, pero podrían haberlo hecho en el análisis y por ende en el resultado final.
Primero que nada, a mi forma de ver y entender, las características organolépticas ofrecidas por los vinos no tienen nada que ver con la expresión de una cepa en particular (probé un poco de todo, pasé por Malbec, Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, y Pinot Noir), por lo que eso torna un poco más holgada la visión. Tampoco creo que sean influenciadas por el terruño o la región (degusté vinos de San Rafael, Valle de Uco, Luján de Cuyo, 25 de Mayo, San Patricio del Chañar y Cafayate. De Norte a Sur para los que no se ubiquen en la geografía de mi país), ni por los enólogos o viticultores, ya que todos fueron de distintos autores (modernos, tradicionales y extremos).
También me gustaría aclarar que no creo que sea una cuestión de precios porque, aunque en general me parecieron exorbitantes, compré de diferentes valores en un nivel que fue desde los $75 a los $350 para tener una vara un poco más justa a la hora de opinar.
Y por último, nobleza obliga, tengo que decir también que no todos los vinos que probé fueron “catados” en el sentido estricto de la palabra. Muchos fueron probados en asados con amigotes y otros en cenas o almuerzos con un poco más de calma y en mejores condiciones. Así y todo, la experiencia fue bastante similar en cualquiera de los casos. 

Foto tomada de la web. No conocemos el autor


No se qué pasa con los vinos en Argentina. No se si son ellos o soy yo, pero salvo excepciones -que siempre las hay y principalmente en los de rango de precio más elevado- casi todos los vinos que probé me resultaron con un estilo bastante uniforme y repetido, donde el paladar abocado, el final dulzón y la falta de frescura dominaron la escena. Insisto en que pocos fueron los que rompieron esta uniformidad, lamentablemente para mi forma de ver.
Todo este tiempo estuve dándole vueltas al asunto y buscando una respuesta que me satisfaga, aunque sea para quedarme tranquilo conmigo mismo y poder discutir con otros aficionados al vino que viven de este lado del charco y encuentran los caldos argentinos faltos de chispa. 

Entiendo que alguna razón debe de haber para sentir tanto ese aparente cambio en el estilo de vino. Lo primero que pensé, y quizá no esté tan equivocado, es que como antes solo bebía etiquetas de Argentina, la falta de contraste hacía que ciertos atributos que ahora disfruto mucho en los vinos, como la frescura y verticalidad, existieran solo en algunas excepciones. Esos eran los que rompían la monotonía, y los que elegía casi siempre (he escrito bastante sobre ellos antes de venir a España). Eso hizo que desviase la atención y perdiera el enfoque del global. Ahora, quizá que luego de dos años viviendo fuera, mi paladar se acostumbró a otros tipos de cepas, terruños y elaboraciones y cada vez me choque más nuestro estilo. Podría ser, porqué no.
Lo otro que pensé es que se puede deber a una cuestión de mercado. Y que en función de gustar a un público más amplio, y que la gente joven se vuelque al vino más que a la cerveza a hecho que las bodegas busquen ese tipo de vino de estilo más facilón, de paladar goloso y con un toque maderoso que sigue atrayendo a mucha gente. Si funciona, perfecto para ellos. Yo lo lamento y mi paladar también.
También buscando explicaciones que tengan que ver con los astros y no con las personas (al menos directamente), se me pasó por la cabeza que a lo mejor sea culpa del calentamiento global. Y que el aumento general de las temperaturas esté haciendo que las uvas se sobremaduren y el resultado final sea el que nos llega a la copa. Será eso?
En fin… Si sigo pensando estoy seguro que no podría parar de encontrar explicaciones que justifiquen que nuestros tintos me hayan transmitido esa sensación. Pero aunque mis comentarios no dejan de ser una opinión parcial y subjetiva de una realidad que seguramente no es compartida por mucha gente, tengo que decir que me volví un poco decepcionado.
En unos meses volveré y veremos qué pasa entonces. De momento, así estamos.

Gracias por leernos,

Salutes, Rumbovino.

Difundiendo la cultura del vino y en favor del consumo responsable.