El lamentable suceso de la auxiliar de enfermería contagiada por el virus del Ébola en España ha extendido el miedo a que se propague entre nuestra población. No es para menos. La inoperante, chapucera y prepotente gestión de nuestro Gobierno no puede generar sino una profunda intranquilidad. Algunas personas imaginan nuestro país invadido por el virus y los más agoreros predicen miles de muertos, como en África.
Y ante semejante tragedia (como en tantos otros lugares de nuestro globo), la comunidad internacional mirando hacia otro lado. Los Gobiernos del llamado primer mundo o mundo desarrollado, no han dedicado a la cooperación con estos países más que unas migajas. Coherentes con la ideología neoliberal que todo lo invade, los Estados no deben intervenir en los problemas sociales. Para eso ya están las ONGs. Dejemos que sea la propia sociedad la que se organice. Es el modelo que se ha impuesto, y sirve para la política nacional tanto como para la internacional.
Ese es el verdadero virus. Las situaciones de sufrimiento humano no deben ser objeto de atención de los gobiernos, de los estados o de las administraciones públicas. “La gente debe resolver sus propios problemas” Rajoy dixit.
Y así hemos visto cómo la población de aquellos países se enfrentaba al virus con unos medios absolutamente insuficientes, carentes de casi todo y con la única ayuda de algunas entidades sociales o religiosas, a las que desde el poder se las define como heroicas. Seguro que preferirían menos adulaciones y más medios y compromiso gubernamental.
Es incomprensible que los países desarrollados no se hayan puesto de acuerdo para dotar de todos los medios que hiciera falta para atender la pandemia en aquellos lugares. Los políticos están más preocupados por evitar que el virus nos afecte en nuestros propios países (“estamos preparados para hacerle frente”) que por acabar con el sufrimiento de los países a los que les ha afectado.
Pero podemos lanzar a estos políticos un mensaje tranquilizador. La causa de la extensión del virus en aquellos países no es otra sino la pobreza. La falta de infraestructuras higiénicas y sanitarias y la precariedad de las condiciones de vida es lo que determina que esos países no puedan hacer frente a la extensión del virus sino con muchísimas dificultades. El verdadero virus es su pobreza.
Un nivel de pobreza en nada comparable al que tenemos en los países desarrollados. Aunque al paso que vamos, tiempo al tiempo.
Mientras tanto, aprovecho para deciros que Wang está malito. Hace poco que ha regresado de su larga estancia veraniega en su país y estos días pasados comenzó a encontrarse mal. Malestar general y un poco de fiebre. ¡Los mismos síntomas que el virus del Ébola!
Asustado, decidió ir al médico apresuradamente. Con una sonrisa condescendiente ante la hipocondría de mi compañero, el médico le dio el diagnóstico. Resfriado común. Ni siquiera gripe. Un vulgar y tranquilizador catarro que va a curar con un poco de reposo.
Ojalá todos los virus se curasen con tanta facilidad.