La barbarie de los yihadistas de Irak no tiene visos de ser contenida a corto plazo. El gobierno norteamericano ya lo ha dicho: la cosa va para largo. Alguna responsabilidad tendrá el presidente Obama, instalado en un "pacifismo de opereta" desde el inicio de su presidencia, con premio Nobel de la Paz incluido, que tomó la decisión de retirar las tropas militares del país en su día; pero la realidad es tozuda, por más que se pretenda divulgar el buenismo en la acción de contención del mal. El tiempo nos da la razón, como no podría ser de otra manera. Y ahora vemos un despliegue militar en la región que tendrá consecuencias y no precisamente tranquilizadoras. Esta situación se podía haber combatido desde hace meses; pero ha tenido que haber un acto de crueldad publicitada hasta la saciedad en Internet y y mass media en general, para que Obama reaccione. Mal están las cosas en su administración, tarde y confusa su reacción, y peor si cabe la postura de los países europeos, más interesados en continuar instalados en lo políticamente correcto y realizar una crítica de bajo nivel a la situación actual.
Las cosas, sí, están poniéndose peor. No hay que ser un lince para llegar a esta conclusión. Y se agravarán aún más. No es cuestión de ser agoreros, sino de ver la realidad. El mal está ahí, siempre ha estado, ahora en forma de yihadismo salvaje. Esto no es un problema de religión, ni del Islam en sí, a pesar de que esos animales tomen el Islam por bandera. Meras excusas. Es un problema de conciencia social internacional, de que hay unos monstruos que deben ser reducidos si no queremos que ese mal se extienda como un cáncer y acabe creando metástasis en otros puntos del planeta.
La verdad es que me asusta esta parsimonia en el hacer, esta hipocresía de los políticos occidentales. Cientos de miles de personas han tenido que huir, otros tantos han muerto, y solo cuando un periodista norteamericano es asesinado delante de la cámara, los USA y aliados montan en cólera. Ver para creer.
Dicho esto, los países árabes islámicos tampoco se quedan atrás. Su silencio es alarmante. "El que calla otorga", dice el refrán español.
Pocas instituciones han elevado su voz clara y sin tapujos. El Vaticano ha sido una de ellas. Por su influencia internacional, sus palabras siempre son escuchadas con atención. Cuestión diferente es que se haga caso.
En un reciente comunicado, el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso decía:
"El mundo entero ha presenciado estupefacto lo que ahora llamamos “el restablecimiento del califato” que fue abolido el 29 de octubre de 1923 por Kamal Atatürk, fundador de la Turquía moderna.
La protesta contra este “restablecimiento” por parte de la mayoría de las instituciones religiosas y políticas musulmanas no ha impedido a los yihadistas del “Estado Islámico” cometer y continuar cometiendo acciones criminales indecibles.
Este Consejo Pontificio, todos aquellos que están comprometidos en el diálogo interreligioso, los seguidores de todas las religiones y todos los hombres y mujeres de buena voluntad, no pueden sino denunciar y condenar sin ambigüedades estas prácticas indignas del hombre:
-la masacre de personas por el solo motivo de su profesión religiosa;
-la práctica execrable de la decapitación, la crucifixión y de colgar los cadáveres en la plazas públicas;
- la elección impuesta a los cristianos y a los yasidíes entre la conversión al islam, el pago de un tributo (jizya) o el éxodo.
-La expulsión forzada de decenas de miles de personas, incluso de niños, de ancianos, de mujeres embarazadas y de enfermos;
-el secuestro de chicas y mujeres pertenecientes a las comunidades yasidíes y cristianas como botín de guerra (sabaya);
-la imposición de la práctica salvaje de la infibulación:
-la destrucción de los lugares de culto y de los mausoleos cristianos y musulmanes;
- la ocupación forzada y la desacralización de las iglesias y monasterios;
- la remoción de los crucifijos y de otros símbolos religiosos cristianos y de otras comunidades religiosas;
-la destrucción del patrimonio religioso-cultural cristiano de valor inestimable;
-la violencia abyecta con el fin de aterrorizar a las personas y obligarlas a rendirse o a huir.
Ninguna causa puede justificar una tal barbarie y mucho menos religiosa. Se trata di una ofensa extremadamente grave hacia la humanidad y hacia Dios que es el Creador, como lo recuerda a menudo el Papa Francisco.
No podemos, por lo tanto, olvidar que cristianos y musulmanes han podido vivir juntos – ciertamente con altos y bajos- por siglos, construyendo una cultura de convivencia y una civilización de la que están orgullosos. Es sobre estas bases, que en estos últimos años, el diálogo entre cristianos y musulmanes ha continuado y se ha profundizado.
La dramática situación de los cristianos, de los yasidies y de las otras comunidades religiosas y étnicas numéricamente minoritarias en Irak exige una toma de posición clara y valiente por parte de los responsables religiosos, incluso musulmanes, de personas comprometidas con el diálogo interreligioso y de todas las personas de buena voluntad. Todos deben ser unánimes en condenar sin ambigüedad alguna estos crímenes y denunciar la invocación de la religión para justificarlos. De lo contrario, ¿qué credibilidad tendrán las religiones, sus seguidores y sus jefes? ¿Qué credibilidad puede tener todavía el diálogo interreligioso pacientemente mantenido en estos últimos años?
Los responsables religiosos también están llamados a ejercer su influencia sobre los gobiernos para que cesen estos crímenes, el castigo de quienes los cometen y el restablecimiento de un estado de derecho en todo el territorio, garantizando el regreso de los expulsados a sus casas. Al recordar la necesidad de una ética en la gestión de las sociedades humanas, estos mismos jefes religiosos no deben dejar de subrayar que ayudar, financiar y armar el terrorismo es moralmente condenable.
Dicho esto, el Consejo pontificio para el diálogo interreligioso agradece a todos aquellos que han elevado su voz para denunciar el terrorismo, sobre todo contra aquellos que usen la religión para justificarlo.
Unamos entonces nuestra voz a la del Papa Francisco: “Que el Dios de la paz suscite en todos un deseo de auténtico diálogo y de reconciliación. ¡La violencia no se vence con la violencia. La violencia se vence con la paz¡”
** el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, órgano de la Curia Romana, tiene como finalidad la promoción del diálogo interreligioso, según el espíritu del Concilio Vaticano II.
(CE) (Agencia Fides, 13/08/2014)
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Esperemos que, de una vez por todas, el resto de instituciones internacionales, los países europeos, los países islámicos y el mundo entero alcen su voz en contra de la barbarie y movilicen esfuerzos y recursos para frenar y eliminar este nuevo frente de maldad, masacre y exterminio sistemático de seres humanos. Los yihadistas son la encarnación de Satanás. Ellos lo saben y juegan con el despiste, revisten sus acciones de justificación teológica. Se arropan en la bandera de una religión, el Islam, que no tiene ni mucho menos esa visión. Sus acciones son obra de fanáticos a los que les importa muy poco la condición humana. Sólo desean el enfrentamiento y la propagación de un ideario basado en el terror.