Cierto es que los límites eran ridículamente bajos en la mayoría de los casos, llegándose a tirar casi la mitad de la producción.
A partir de este momento, los yogures que se compren en España ya dejarán de tener impresa en su tapa el día en que caducan, aunque habrá que esperar unos meses para verlos en las tiendas y los mercados con la fecha de consumo preferente, puesto que los fabricantes deberán llevar a cabo las pruebas correspondientes para fijar la duración más conveniente de sus productos, de manera que se establezcan fechas más largas que permitan al producto tener más recorrido sin dañar a la salud.
La diferencia entre la fecha de caducidad y la del consumo preferente son “dos conceptos que no deben confundirse”. La primera “advierte sobre el día límite a partir del cual el alimento no es adecuado para el consumo desde el punto de vista sanitario” y la segunda “hace referencia al tiempo en el que el producto mantiene intactas sus propiedades, sin que su ingesta suponga un riesgo para la salud”.
De esta manera, España se equipara a la normativa de la práctica totalidad de los países europeos, que establecen fecha de consumo preferente y no de caducidad en el caso de los yogures. En otros países, la fecha de consumo suele ser de 36 días, que ahora cada fabricante debe evaluar el tiempo razonable en que se puede consumir un yogurt.
El fin de la fecha de caducidad sólo afecta a los yogures, porque el resto de alimentos ya apostaba por la definición de consumo preferente.
Hace tiempo que se habla de las grandes cantidades de comida desperdiciada, cuando una de cada ocho personas pasa hambre en el mundo.
Esta medida se enmarca en una estrategia encaminada a evitar el desperdicio de alimentos, que en España se eleva hasta los 7,7 millones de toneladas, situándola como el sexto país de la Unión Europea que más comida desperdicia, por detrás de Alemania, Holanda, Francia, Polonia e Italia y que en todo el mundo supone un tercio de la producción mundial, según datos de la FAO.
La mayoría de lo que se desperdicia proviene de los sobrantes de la comida y de los productos que se han estropeado por diversas causas.
Sin embargo, aquellos productos que se desechan por estar caducados suponen un 38% de la comida.
Es necesario actuar para combatir el hambre, especialmente en estos momentos de crisis como el actual, y que acaben tirados a la basura alimentos sanos, es algo que no se lo puede ni debe permitir una sociedad civilizada.