Un amigo de una amiga se ha tatuado en el brazo la palabra resiliencia. La habilidad de sobreponerse a los duros embates de la vida, es el palabro de moda. Porque últimamente la vida reparte pero bien. Pero tatuarse resiliencia, es como tatuarse el nombre de una futura ex. Porque las palabras pasan de moda. Primero fue sinergia, a finales de los 90, luego talento, en la década de los 10, y ahora, resiliencia. ¿Se imaginan a alguien con la palabra dabuten en el torso? Ella tampoco. Qué duro es ser moderno.
Con todo, las palabras son mágicas. Y su uso define quienes somos. ¿Han caído en la cuenta de cuán intraducibles son algunas? Lo experimenta a diario, con sus alumnos norteamericanos. Sí, al final, con circunloquios y buena voluntad se consigue pero se pierde la esencia. De ahí la expresión “lost in traslation” que, además de una maravillosa película de Sofía Coppola acerca de la soledad humana, es una verdad como un templo. Hay expresiones, matices y, sobre todo, sentimientos que se pierden definitivamente.
De todos es conocido que los esquimales poseen todo un abanico semántico para definir los tipos de nieve cuando aquí, en Valencia, que nieve ya es en sí todo un exotismo. Se calcula que hay unos 7.000 idiomas. Todos ellos con alguna palabra intraducible. ¿No les parece maravilloso?
¿Cómo explicarle a un americano qué es la sobremesa? Algo que define el espíritu mediterráneo, de reunirse en torno a una mesa, a disfrutar de la comida, la compañía, y sobre todo, del transcurrir del tiempo.
El valenciano tiene miles: festejar, templat o, su favorita, reviscolar.
El checo tiene lítost, una especie de desasosiego que el interlocutor siente al reconocer su propia limitación. Impensable para un español de pro.
Deliciosa se le antoja, también, la freizeitstress alemana, que vendría a traducirse como el estrés que provoca el tiempo libre y todas las cosas que se hacen para intentar llenar ese horror vacui existencial.
Como dice Maruja Torres, “la letra es lo que somos, es la epidermis del espíritu”. Una de las definiciones más bellas que recuerda del lenguaje. Porque la lengua define a quien la habla.