Un luminoso, ruidoso, superpoblado y formal hasta el paroxismo Tokio, sale perfectamente retratado en la película, cuyo máximo exponente es ese magnífico tráiler que se produce en la noche que la Johansson y Bill Murray comparten con unos amigos, y que Sofía Coppola aprovecha muy bien para enseñarnos con audacia el ritmo frenético y las costumbres más kitsch copiadas de occidente del imperio del sol naciente. A lo que cabe añadir una vez más el gusto que tiene la Coppola para elegir sus bandas sonoras, y que en Lost in Traslation es sencillamente genial y exquisito a partes iguales, pues combina clásicos de The Pretenders con canciones de Phoenix o ritmos electrónicos japonenses en un cóctel vibrante de sonidos embaucadores. Esta selección musical es la que nos marca el ritmo del latido de la película y sus personajes, pues en ocasiones se muestra cadencioso y lento, y en otras, divertido y descarado, sin duda, un elemento protagonista más de la película junto al enjambre humano de Tokio.
El resultado final de Lost in Traslation es la mezcla de sentimientos del caleidoscopio emocional de Sofía Coppola, que después de su buen debut con Las vírgenes suicidas, nos ha sabido darle al resto de sus películas esa pátina de enigmática belleza visual y emocional que este film posee, de ahí su gran y fiel número de seguidores, que en su momento se tradujo en candidaturas y premios por doquier en los diferentes festivales cinematográficos. Méritos aparte, lo que se percibe en cada fotograma de esta historia, es la implicación personal de Sofía en él (dicen que basado en la experiencia que tuvo ella misma) y por encima de todas esas cualidades, sobresale esa pausada forma de rodar una relación que se va transformando en una entrañable atracción atrapada por el amortiguamiento de unos sentimientos perdidos en el aislamiento transparente de las emociones.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.