Mire mi navaja de siete estallos y dígame que no tengo razón los días que siguen a la Navidad al ponerme frenético con las fotografías de los nuevos ricos de la lotería y las imágenes de sus saltitos en la televisión.
Mataría a los que compran décimos en Doña Manolita y en administraciones donde siempre toca, porque lo que se llevan ellos me lo quitan a mí.
Míreme: soy un desgraciado que nunca tuvo un reintegro y que en diez años he invertido en loterías una media de mil euros anuales. Toda la vida trabajando para esto.
Yo soy honrado, pero tengo que atracar a alguien, perdone usted. A ver qué cenan hoy mis hijos después de que la Lotería Nacional me haya robado todo lo que tenía.
La culpa de mi ruina es del Estado, que me hace ludópata con la publicidad lacrimógena del parado al que le dan un décimo premiado en el bar. Fui a hacer lo mismo donde tomo el café y el dueño me echó a patadas por exigirle el décimo premiado. Y como me defendí llamó a la policía.
Tendría que lanzarme contra el Estado y sus beneficiarios, especialmente los insufribles Niños de San Ildefonso y esos bobos que salen agitando botellas de cava dulzón y de sidra achampanada, y que son los que me quitan mi inversión y mis beneficios.
El Estado y esa gentuza que recibe premios me han robado 10.000 euros en diez años. ¡¡Ladrones, sinvergüenzas, me han esquilmado ustedes un 1,66 millones de las desaparecidas pesetas!!
Oiga, usted, sí, mire bien la faca que tengo, ¿la ve? De siete estallos.
¡¡Suélteme la lotería de Reyes, la del Niño, o lo rajo , que esta vez tengo el pálpito de que me va a tocar!!
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SALAS