Planteada como una comedia romántica de sensibilidad indie, la primera temporada de Love se extendía en una larga presentación de sus personajes principales, Mickey (Gillian Jacobs) y Gus (Paul Rust), que no cruzaban sus destinos sentimentales hasta bien avanzada la trama. Un beso sellaba el final de esa primera entrega de la serie creada por Judd Apatow, por el propio Paul Rust y junto a la guionista Lesley Arfin. Esta segunda tanda de episodios, por tanto, es lo que ocurre después de ese beso. Y lo que nos cuentan no es precisamente un happy end, si no más bien su continuación lógica y realista: los siempre complicados comienzos de una relación. Porque el amor, el de verdad, es un montón de inseguridades, broncas, mentiras, un tira y afloja egoísta, una competición por quién está más comprometido en la relación o el agobio del que siente que le falta espacio. Si en la ficción nos suelen contar cómo nace el amor, en la vida real lo usual es ver cómo se acaba. Esta aproximación de Love desactiva el posible aburrimiento de ver una segunda temporada en la que los protagonistas ya están juntos. La estrategia es bombardear una relación incipiente utilizando las inseguridades de él y las adicciones de ella. El concepto es sencillo, detrás del amor está siempre el conflicto.
Love se presenta, además, como una radiografía actual y cercana de lo que significa enamorarse hoy. Si habéis tenido la suerte de tener la misma pareja desde hace más de diez años, no habréis experimentado el horrible flirteo vía Whatsapp, pero esta serie hace el retrato definitivo: la espera de ese mensaje que no llega; el desconectarse del mundo real para mirar la pantalla del móvil como un zombie; el traicionar la promesa de no escribir al otro con cualquier excusa (como la aparición de Michael Landon en la tele). En Friends Night Out, se describe, además, la vergüenza de estar enamorado de alguien mientras tus amigos se van de bares a ligar o, peor aún, están casados y tienen hijos. A Day es la dulce crónica de una primera cita cuando la pareja se está formando, con sus grandes interrogantes, como cuánto se puede mensajear al otro sin agobiarle o en qué momentos deben separarse los amantes para ir cada uno a su casa. Sin mencionar el encuentro casual con una expareja (Rich Sommer) que, en ese momento, conoce a Mickey mejor que Gus. The Work Party es la siempre incómoda presentación en sociedad de la pareja, a los compañeros de trabajo, con el desagradable encontronazo con otro ex (encima jefe) medio desquiciado -Brett Gelman como el doctor Greg Colter- y la superación del "qué dirán" a través de la liberación del baile. La serie intercala episodios sobre la relación amorosa principal, con tramas menores, menos logradas, como el coqueteo con las drogas, extraños episodios relacionados con el trabajo y compañeros de piso. En Forced Hiatus nos hablan sobre la dependencia económica, entre Gus y la niña actriz Arya -interpretada por Iris Apatow- y los padres de esta -uno de ellos es David Spade- o entre Randy (Mike Mitchell) y su novia Bertie (Claudia O´Doherty) compañera de piso de Mickey. Pero Love es, sin duda, Mickey y Gus. En Marty Dobbs asistimos al primer encuentro con el padre de ella -está genial Daniel Stern como el progenitor capullo-. En los capítulos siguientes, los guiones siguen explorando esos primeros -y aquí traumáticos- compases del amor: la primera bronca importante; el conflicto de intereses entre el proyecto individual y el de la pareja; las primeras decepciones entre ambos. La verdadera prueba de fuego llega en Liberty Down, que trata sobre una separación temporal de Mickey y Gus. The Long D deja claro que el afecto pierde su jurisdicción a determinadas distancias -Los Ángeles y Atlanta- lo que nos lleva a las posibles infidelidades. El final de la temporada, Back in Town, propone sin amargura que la mentira es necesaria para que exista la pareja. Lo que me lleva a reformular la primera frase de este artículo: Love es una comedia sobre el amor, pero quizás no es romántica.