Love is All es un enorme collage compuesto por múltiples escenas cuyo denominador común es el amor. Las escenas que veremos son de películas de todos los tiempos con lo que podremos asistir a la evolución de la representación del amor en la gran pantalla, desde los castos besos que aparecían en el cine mudo a la representación del amor homosexual o interracial de tiempos más cercanos. El problema es que cuando digo evolución es casi sólo una evolución cronológica ya que aunque la intención es totalmente clara el mensaje se pierde por el camino.
Y es que, aunque entendemos claramente cuál es el punto de partida y queda claro hacia dónde vamos, lo que no terminamos de comprender nunca es el discurrir del viaje porque, básicamente, Kim Longonitto se limita a mostrarnos una sucesión de imágenes que no tienen gran relación entre sí. Es decir, todas las imágenes tienen que ver con el amor pero lo que no percibimos, tan sólo en determinados momentos, es lo que hace que esas escenas formen un todo.
Puede ser que la intención de la directora no fuese formar un todo o puede que el todo ayuden a formarlo la letra de las maravillosas canciones que Richard Hawley interpreta durante todo el metraje y como mi inglés es de andar por casa no haya sido capaz de captarlo, no lo sé, pero lo que tengo claro es que durante la inmensa mayoría de la cinta tenía la sensación de que lo que tenía delante era un documental estéticamente precioso pero totalmente carente de contenido ya que, en realidad, sólo he tenido claro lo que me pretendían transmitir al principio y al final de la película.
Si os digo la verdad, no me siento muy cómoda dándole palos a una película cuya máxima es la representación del amor a través del siglo XX pero es que creo que su concepción no puede ser más errónea. No hay narración oral por lo que la narración a través de las imágenes debería ser la que dirigiese la orquesta y eso no sucede en ningún momento. Por tanto, no os voy a decir que me parezca una pérdida de tiempo absoluta ver Love is All porque su final me convence, pero tampoco la voy a recomendar ya que para disfrutar de los 10/15 minutos que verdaderamente merecen la pena hay que soportar una hora de metraje en el que, prácticamente, no pasa nada. Nota: 3