A penas si son las 10:30 de la mañana, por el paseo marítimo de Sliema la gente camina siempre acompañada de otras gente, nunca sola...A todas horas van de un lado a otro,todo está tranquilo.El sol nos acompaña un día más a recorrer la isla,las aceras son anchas, llenas de pequeños parques infantiles que esperan la hora de salida del colegio de los más pequeños para que , una tarde más, jueguen mezcan sus caballitos y ositos de madera.Andamos rodeando la ciudad, cada suave perfil, nos recibe con los restos, de lo que fueron torreones de vigilancia contra todo aquel que quiso hacerla suya. Abajo, entre rocas planas, desgastadas por el tiempo, una muchacha da rienda suelta a su perro,con el único sonido del tímido mar que se atreve a llegar hasta cerca donde ella juega.Una vez más, caminamos haciendo caso omiso a los mapas,no hemos venido para eso,sabemos donde queremos ir, pero ni idea, si por donde vamos, es el camino acertado...Es nuestra particular aventura.Hay un puente, el sendero de madera que lo dirige, llevaran a nuestros adolescentes Ana y Matías, seguramente al atardecer a prometerse todo el amor que con su adolescencia se pueden prometer.Seguirán los rituales que aprendieron de sus hermanos mayores,los que vieron de sus otros amigos enamorados y tras disfrutar de la calidez de la paleta de colores que va cerrando la tarde, ambos se mirarán y pensarán en su momento, esos segundos que siempre vemos en la mirada del otro, que nos confirma, que el recuerdo será para la eternidad pase lo que pase luego en sus vidas.