Puedo definiros Lovnis de manera fácil: es el nuevo restaurante de los chicos de la Taberna Arzábal (Álvaro Castellanos e Iván Morales, de los que ya os he hablado a propósito del Club A) en el que pretenden hacer un homenaje a la gastronomía de los años 80 y 90, a sus bares cafetería y, sobre todo, a al rey de las barras de antaño: el plato combinado. Recetas de siempre a las que han dado una vuelta con su maestría cocinera envueltas en un entorno de aire retro y un poco extraterrestre. Al fin y al cabo, Lovnis= Love+ovnis: amor por los platillos (combinados). Rico, reconocible, bonito y a buen precio. Les va a ir de cine....
Pero no te quedes ahí, en la superficie. Hay más debajo de ese nombre tan obvio y a la vez tan rico.
Lovnis es más que una vuelta a los sabores de la infancia de esa generación (entre los que me encuentro) que crecimos en los 80 y 90. Es casi una celebración gastronómica de quienes fuimos y lo que somos. Es recuperar los recuerdos que nos levantan una sonrisa, como a Álvaro Castellanos, que un plato Duralex le hace sonreír. Nosotros, en nuestro punto de maduración perfecto, no somos nativos digitales pero disfrutamos de jugar en la calle, de caernos en la bici en el pueblo, de jugar infinitas partidas de cartas en la playa hasta que el sol se ponía...
Hemos mendigado una gamba y una croqueta a nuestro padre acodado a una enorme barra de metal, en la que se oteaban alucinantes bandejas detrás de un cristal. Y nos hemos pegado con nuestros primos por las patatas fritas de aquellos festines familiares de lomo con huevo y pimientos y suplicado a nuestra madre que nos premiara con un limón helado, en el que había que hincar la cuchara como si no hubiera mañana.
Eso es Lovnis: las gambas en la barra de metal, las croquetas y los tigres, los boquerones, el pollo asado, arroces, huevos fritos con patatas y chistorra, albóndigas. En los postres, el limón helado, la Copa (si, esa, la de chocolate y nata, seguro que te sabes la marca), el flan de queso y el pijama (con bengala y sombrillita, no se puede pedir más) Servidos en unas vajillas Duralex que te recordarán a los desayunos con tus abuelos y unas bandejas de las de comedor de cole de las que me he fregado yo miles. Grandes platos, sabrosos, iguales pero diferentes...
Porque el pollo asado es picantón, porque la copa es una mousse, porque ni tu ni yo somos ahora lo que fuimos, por mucho que nos gusten los recuerdos. Por eso, Lovnis tiene un diseño rompedor y marciano, obra del estudio R3, en el que se plasma que Iván y Álvaro son esos niños de los 80 crecidos, adultos y modernos, como tu y yo, que nos gustan las tecnologías aunque no nacieramos con ellas y nos mola arreglarnos para salir a cenar a un sitio que sea pintón, por más que disfrutemos a muerte con una croqueta bien hecha, a veces más que con una esferificación. Con todo el alma de Arzábal en cada plato y un servicio cariñoso, atento y muy divertido. Y encima, no es caro, que ya es el toque definitivo. Lovnis es el futuro retro que nos va a robar el corazón.
PD: ¡Gracias, Álvaro, por no perder la paciencia y dedicarme esa entrevista tan reveladora!
Los datos: Lovnis. Calle General Pardiñas, 56. 917957757. Precio medio: 25-30€. Horario: de lunes a domingo, de 8:30 a 02h. Se puede desayunar, comer, merendar, cenar y tomar la primera copa. Más información en la web y en su Facebook.