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Posiblemente no os esperábais este libro pero a mí me trae muy buenos recuerdos. Algunos libros no me evocan tantas cosas pero este no es el caso. Me compré Las mil y una noches cuando estaba en segundo de bachiller, siempre me ha fascinado pero hasta la fecha no me consideraba lo suficiente madura como para disfrutarlo bien. Hasta que se acercó el verano en el que cumplía los dieciocho y ya dije: MY BODY IS READY.
La cultura árabe antigua siempre me ha fascinado, como dato, así que sabía que lo iba a disfrutar. Un sábado que salí con mis padres a almorzar en nuestra pizzería favorita me acompañaron a La casa del libro y busqué una edición que me gustara. Pensé que no encontraría nada porque no es el libro típico que pida una persona, siendo sinceros, pero en cuanto busqué un poco la encontré, parecía que me estaba esperando.
No me digáis que la edición no es preciosa, es que encima tuve esa suerte. Aún la tienen en tienda por si a algunx le interesa. Así que tras un día soleado y con mi libro me fui al fin a casa. Pero este recuerdo no es tan feliciano porque si recuerdo otra cosa es que me costó avanzar bastante con la lectura. Es que me puedo ver perfectamente en la cama de mis padres tumbada -fun fact: en verano me encanta leer ahí- leyendo este libro y diciendo: PUFFF. Porque sí, con Las mil y una noches aprendí que hay libros que no te los puedes leer de una sentada.
Para colmo tenía la selectividad cerca así que fui dosificando el libro y me leía un cuento en las pausas que hacía. Así fue más llevadero. Al final me encantó y me parece que es un libro que se debe leer, aunque sea solo una vez en la vida. Yo tengo ganas de releerlo.
¿Compartís conmigo algún recuerdo?