Dicen que la luz de julio es más luminosa que la de agosto, que la luz de agosto es triste. Yo creo que no siempre es así. Volviendo la vista atrás no sé en qué momento desaparecí, si me llegué a perder o si siempre estuve aquí, si la sensibilidad es una virtud o un defecto, ahora sólo sé que dejé de huir, que huía de mí misma sin saberlo. A veces es necesario que llegue una ola y nos de un buen golpe que nos haga reaccionar. Esos golpes con efecto como cuando lanzas una piedra a un lago y la piedra rebota en la superficie del agua hasta hundirse. Siempre puedes bucear hasta el fondo y rescatarla pero ¿qué pasa si la piedra no quiere ser rescatada? No pasa nada, las piedras son inertes.
Este año la boya está más lejos de la costa o eso me parece a mí. En los días de calma se puede ir nadando y volver, pero ¿qué necesidad hay de hacerlo? Dicen que merece la pena, que hay unos peces muy bonitos que tienen un lunar negro. Yo lo respeto y aplaudo la decisión pero no tengo ninguna necesidad de ir. El hecho de no tocar el fondo me agobia, no me fío de la bandera verde. Ésta puede cambiar a amarilla o roja en mucho menos de lo que esperas ¿y si el cambio sucede mientras vas nadando y ya no puedes volver? El problema empieza cuando ves mar cuando sólo hay arena, cuando la posibilidad de ahogarse es nula y el miedo te paraliza.