Usando sus telescopios, los astrónomos observan el brillo de la superficie de los planetas. Es lo que se conoce como "albedo", y está determinado en gran parte por el tipo de materiales que componen la superficie. Por ejemplo, el hielo refleja más luz que las rocas. La textura del terreno también juega su papel: las superficies rugosas reflejan menos la luz del Sol, por lo que se muestran más oscuras que las superficies lisas.
La región del Phoenicis Lacus tiene un área de unos 8.100 kilómetros cuadrados (59,5 x 136 km), equivalente a la superficie de la isla de Córcega. En esta imagen, tomada el pasado día 31 de julio de 2010 con la Cámara Estéreo de Alta Resolución (HRSC) de la sonda Mars Express de la ESA, se puede observar una pequeña fracción de esta compleja formación geológica.
El Lago del Fénix se formó tras la elevación de la meseta de Tharsis. Los continuos episodios volcánicos en Tharsis deformaron la región, dejando a su paso múltiples fallas en distintas direcciones. El resultado es lo que conocemos como un paisaje de macizos y fosas tectónicas, o "horst-and-graben".
Las imágenes muestran un importante colapso en la región, grandes hoyos y hundimientos de hasta 3 km con relación a la planicie que los rodea. Sus escarpadas paredes dejan ver grandes capas basálticas, que se extienden hasta un suelo cubierto por dunas de arena.
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