Soy un parao más de Burguillos, pero igual a cualquier otro que esté sin cobrar un duro del estado y malviviendo con el sueldo de mi pareja. Al igual que muchos, la familia es el único sustento social al que se acude, pan, patatas, leche, legumbres, tomates, huevos y sobre todo un hombro donde apoyarse cuando la racha es inacabable, los amigos y vecinos, están igual o peor. Miren a su alrededor y pregúntense cuantos están paraos, que cobran, como viven y si puede écheles una mano.
Somos en las estadísticas, ese porcentaje de personas que se encuentran por debajo del umbral de pobreza, sin hacer uso de los servicios sociales porque mientras la familia apoye, que esa ayuda sea para quienes no tienen ni eso. Pobres en dinero, pero ricos en formación, estudios, experiencia laboral y profesionales de estar en paro. Somos una víctima más de un sistema que quienes defienden, bien por interés individual, porque no quieren ser conscientes de la realidad o porque saben muy bien el lugar que ocupan en la estructura de poder, nos obligan a los más desfavorecidos, que somos millones en el mundo, a soportar las inmundicias y las injusticias de un sistema capitalista, consumista y mercantilista que crea desigualdades y favorece a un determinado grupo muy reducido de seres humanos.
Quién diga que no existe la lucha de clases, es posible que no sepa si quiera que significa o por el contrario está convencido de que esa lucha la ganaron hace mucho. Lucha de clases entre pobres y ricos, entre privilegiados y oprimidos, entre quienes queremos derechos y quienes los tienen todos. La desigualdad es inmensa, entre personas y entre territorios, los ricos cada vez viven mejor y los trabajadores cada día somos más pobres. El gran fracaso de los trabajadores ha sido asumir el egoismo, el egoismo individualista que les ha sido inculcado en la escuela, con la complicidad de la televisión y las leyes.
Trabajadores que no quieren otro sistema porque en este les va bien, al menos de momento, y para que cambiarlo de raíz, si siempre ha sido así. El conformismo de ciertos trabajadores que no dejan de ser meras mercancías del sistema, ha propiciado la ferocidad de la burguesía (propietaria de la tierra, los medios de producción, el gobierno) contra los propios trabajadores que solo tenemos nuestras manos, nuestras horas de vida que las dedicamos a poder ganar un mínimo de sustento.
Miren la televisión, lean los periódicos, observen quienes salen hablando, quienes dicen que debe hacerse y díganme ¿son ellos quienes verdaderamente sufren las consecuencias de este sistema?. La mayoría de políticos, periodistas, analistas y personas que hablan de la crisis, de economía, de derechos, son personas que se benefician del sistema, que son capaces de vestir la mierda de dorado y vendérnosla, en ello les van sus privilegios.
Hasta que los trabajadores no nos demos cuenta del engaño al que estamos siendo sometidos, no habrá derechos humanos, si fuéramos conscientes de nuestro poder, de nuestra fuerza cuando nos unimos y luchamos por una causa justa, quienes tienen los privilegios temblarían, como temblaron en 1917.
El 20N son nuevamente las elecciones, los partidos burgueses están blindando sus privilegios mediante el poder de los medios de comunicación (que nublan la realidad en muchos casos) y mediante el dominio de los dominios, el poder financiero, el de los banqueros. En los paises pobres si vale la guerra (Libia, Irak, Afganistán, etc), pero en los desarrollados es perjudicial y lo saben (no van a destruir sus propias fábricas y tierras), de ahí que como arma utilicen su propio capital para dar muestras de quién manda.
Por tanto, el 20N es una farsa más dentro del sistema capitalista, una farsa que hay que aprovechar para quitarles el poder del gobierno y hacer leyes que nos beneficien a los trabajadores, utilicemos sus propias armas para desmantelar el sistema capitalista. Existen ejemplos en américa latina, ¿por qué no puede suceder en Europa o España?…
Dejo aquí esta pequeña reflexión, con el ánimo de poder culpar a quienes están dejando sin derechos y sin vida a millones de personas en el mundo, por el mero hecho de no perder privilegios.