Revista Cultura y Ocio

Lucía Asué Mbomío Rubio: “El racismo no es sólo una cuestión de la población minorizada, es un problema de la sociedad en su conjunto”

Publicado el 25 agosto 2017 por Delecturaobligada @DelecturaOblig

Las que se atrevieron, un ‘librín’ que da voz a seis mujeres apostando por el declive de estereotipos y fomentando la igualdad racial, así como la multiculturalidad

Por: Alberto Berenguer   Twitter: @tukoberenguer

Lucía Asué Mbomío Rubio: “El racismo no es sólo una cuestión de la población minorizada, es un problema de la sociedad en su conjunto”

La escritora, periodista y reportera Lucía Asué Mbomío. Foto de Sara Martín López. 

La novela corta Las que se atrevieron ofrece seis relatos de mujeres blancas casadas con guineoecuatorianos en España. ¿Por qué surgió la necesidad de plasmar en papel los testimonios y vivencias de estas seis mujeres?
Era una parte de las muchas historias de España que no se había contado. Ahora se habla bastante en los medios de inmigración, de multiculturalidad, etc… y lo hacemos como si fuera algo nuevo cuando no lo es. Guinea Ecuatorial fue territorio español, entre 1778 y 1968, llegó a ser incluso provincia, sin embargo, no sabemos casi nada de ahí. La conexión, más allá de la lengua, es muy fuerte pero, desde la independencia, totalmente asimétrica. Incluso en los hogares más humildes de Guinea, ven TVE, saben qué tiempo hará al día siguiente en La Rioja y, hasta en los colegios más distantes, les cuentan quién fue Garcilaso de la Vega. En España, en cambio, es como si se hubiera producido una amnesia nacional, en clase nos explican que las últimas colonias fueron Cuba, Puerto Rico y Filipinas, rara vez nos hablan de El Aaiún o Malabo, por poner un ejemplo. Olvidan, de este modo, que los hijos de estas tierras llevan siglos entre allá y acá y que, en este tiempo, han vivido, se han “arrejuntado” o han parido. Dejar fuera este episodio de la historia significa invisibilizarles a ellos y, por extensión, también a nosotros, sus hijos o a sus cónyuges. Recogiendo todo eso y con la constancia de que ya había escritores guineoecuatorianos que habían narrado desde su punto de vista, decidí sumar otro: el de sus esposas españolas.

¿Qué fue lo que más le atrajo de esas confidencias?
Que las protagonistas no las contaban como algo excepcional, sólo como sus historias de amor. Sin embargo, fueron mucho más, porque su determinación a la hora de continuar con sus relaciones, implicó que fueran desmontando estructuras que no todo el mundo osaba desmontar: les dio igual el qué dirán; desobedecieron a los varones de sus familias; cohabitaron antes del matrimonio; tuvieron hijos o hijas antes de casarse o/y se juntaron con hombres que ya habían formado una familia. Recordemos que en el momento en el que está ambientado el libro, los años 60 y los 70, todavía no existía siquiera la ley del divorcio y el Franquismo seguía vigente.

En muchas ocasiones, los autores se sorprenden durante el proceso de documentación al descubrir historias más enrevesadas de las esperadas en un primer momento, ¿le sucedió lo mismo durante sus conversaciones con las protagonistas de la novela?
Claro. Yo conocía por encima varias de las historias, como sobrina o como hija de algunas de las entrevistadas. Pero no sólo fue sorprendente sino también complicado que ellas superaran la barrera de esa filiación inicial que nos situaba en un lugar y en otro casi de forma estanca, que confiaran en mí, que me vieran como una adulta, como un proyecto de escritora, como una periodista y no como Lucía.

También era difícil descubrir a mis tíos y a mis tías, a mi madre y a mi padre como seres con una vida anterior al momento en el que yo les conocí, como personas que se han equivocado, que han sido infieles o torpes o irresponsables o… humanos, con todas sus aristas.

¿Decidió descartar ciertas confesiones en sus relatos a causa de la atrocidad de los hechos?
No. Tampoco me parecen atroces son reales y como diría el escritor estadounidense Ta-Nehisi Coates, es importante ser “consciente de que este mundo es terrible y hermoso”. Sólo unos pocos tienen hogares como los de “La Casa de la pradera”. Ahora bien, sí he maquillado algunos detalles como número de hijos, nombres y lugar de residencia para que no sean tan fácilmente reconocibles. Guinea es un país pequeño, de modo que la población es escasa, eso provoca que muchas personas se conozcan entre sí. Otra de las cosas que modifiqué fue el punto de vista: pese a que las entrevistas se las hice a las mujeres que tuvieron relación con ecuatoguineanos, las conté partiendo de la voz de alguno de los personajes que citaban. Así pues, narré como la madre escandalizada que se desmayó al saber que su yerno era negro; como la joven que fue la única de la familia que acompañó a su hermana el día de su boda; como la hija que cuenta la historia de sus padres décadas después de que su progenitor falleciera…

¿Fue complicado convencer a esas mujeres a que se prestasen a relatar sus historias personales?
En absoluto. Hay personas que me dijeron que no querían y no insistí. Para mí era fundamental que ellas quisieran hablar para que se sintieran cómodas durante la entrevista, para que no fuera una tortura recordar el pasado sino una conversación conmigo y consigo mismas.

Lucía Asué Mbomío Rubio: “El racismo no es sólo una cuestión de la población minorizada, es un problema de la sociedad en su conjunto”

Portada del libro

¿Fue decisión propia o petición de las protagonistas omitir sus nombres reales? ¿Consideró que carecía de importancia personificar los relatos?
Fue cosa mía, por cuidarlas. Omito los nombres reales pero les doy otros, de modo que los relatos sí están personificados.

¿Por qué enfocó todas las historias en los hombres de Guinea Ecuatorial?
Porque en la época en la que sucede todo, cuando la colonización aún existía, el grueso de las personas que venían de África, llegaban de Guinea Ecuatorial. Por supuesto, había más “nacionalidades” (entrecomillo porque, por aquel entonces, eran territorios ocupados por las metrópolis), pero el porcentaje era muy pequeño. Por otro lado, las historias parten de mujeres de mi entorno, ya había entre nosotras cierta confianza, respeto y cariño.

Además de contraer matrimonio con guineoecuatorianos, ¿tienen algo más en común las seis mujeres blancas? 
Sí, eran bastante adelantadas para su tiempo y, pese a las dudas iniciales, eran valientes, así que el arrojo borró el miedo y el titubeo. Además, tuvieron claro que se casaron con hombres africanos, conocieron su cultura, la respetaron y, aun cuando se separaron o enviudaron, continuaron inculcándosela a sus hijos.

Siendo hija de un guineoecuatoriano, ¿en alguna ocasión ha tenido que dar explicaciones por el color de su piel?
Claro. De hecho, si tú no pusieras aquí que soy hija de un guineoecuatoriano, la mayoría se preguntaría que de dónde soy, no de dónde procedo, sino de dónde soy. Es una de las preguntas que más me han hecho, más que cómo me llamo, por ejemplo. En España se racializa la nacionalidad, de modo que para muchas personas es imposible entender que alguien con mi aspecto haya nacido aquí. Habrá quien diga, no sólo es una cuestión de nacer, también de papeles. Pues bien, mi padre nunca ha tenido otra cosa que no fuera la nacionalidad española puesto que llegó antes de que su país se independizara.

En casa, he vivido y he bebido de las dos culturas, la española y la guineoecuatoriana, la castellana y la fang.

Es usted periodista y trabaja como reportera en el programa ‘Aquí la Tierra’ de Televisión Española. Nos pregunta Patricia Busquier, fiel cada tarde al programa, si la mayoría de reportajes, como el de la mujer que cultiva sus propias plantas medicinales, se realizan al contactar los interesados con el programa.
Llámame de tú, POR FAVOR (vale, en Septiembre cumpliré 36).

¡Hola, Patricia! No, salvo excepciones, somos nosotros, los y las reporteras, quienes buscamos a la gente. Pensad que trabajamos mucho en el ámbito rural, ahí la población está más envejecida y desconoce el grado de interacción existente actual entre los que salimos en la tele y los que la ven. No siempre es fácil encontrar a las personas tan increíbles a las que entrevistamos, las llamadas a los Ayuntamientos, el boca a boca, los bares de pueblo o las casas rurales, son de gran ayuda.

Además, a Pilar Ferrández le gustaría saber qué reportaje recuerda con especial cariño.
¡Hola, Pilar! Llevo dos años y medio ya y he grabado bastantes reportajes en este tiempo, de modo que me cuesta escoger. Sí que es cierto que valoro, especialmente, la posibilidad de aprender que me da este trabajo, de descubrir lugares nuevos y de conocer a personas únicas, de esas que marcan. También me gusta sentir que estamos documentando aspectos de las culturas del país que están a punto de desaparecer por el abandono del medio rural, que hablamos con pedacitos de la historia viva, sabios que, cuando se vayan dejarán un gran vacío y que, contribuimos a la preservación de la memoria, grabando un reportaje, aunque sea cortito.

¡No me hagas elegir!

¿Qué le está aportando el programa como reportera? ¿Y a nivel personal?
Tranquilidad, aprendizaje, lecciones de supervivencia y humildad. Había viajado mucho con “Españoles en el Mundo” y creía saber algo cuando ni siquiera conocía bien mi propio país. Lo de la supervivencia lo digo porque el saber más útil es el que te permite comer, el de los agricultores. En la huerta, yo no sabía diferenciar un ajo de una zanahoria, y eso que mi abuelo materno, tenía una en nuestro pueblo, en Segovia. Ahora, me apaño con una azada. Más o menos.

¿Qué cree que aporta ‘Aquí la Tierra’ a la parrilla televisiva y, en especial, a nuestra sociedad?
La justicia de mirar hacia el campo y a sus habitantes, de poner todo aquello en valor, con un buen horario y en TVE1. Lo merecen.

Volviendo a Las que se atrevieron, su primera novela corta, ¿cómo ha sido la acogida de los lectores desde su publicación?
O me mienten o… bastante buena. Es un libro que se lee rápido, cortito y, creo, ágil. Quizá más periodístico que literario. No sé. Aún me sorprende haber escrito un libro, me da vergüencita hablar de él, lo llamo “librín”, “librito”… ¡imagina hablar de la acogida!.

Ha realizado varias presentaciones y asistido a la Feria del Libro de Madrid. ¿Cómo fue la experiencia?
Preciosa. La Feria del Libro para mí fue una oportunidad de encuentro con todas las etapas de mi vida. Vino muchísima gente a la que hacía años que no veía: amigas de infancia, de juventud, de la escuela de música, de la de idiomas, de la facultad y familia por doquier, que se acercaron a verme en un momento importante. Fue más que un éxito de ventas un éxito de amistades. Me sentí muy apoyada y querida. Me gustó.

En Las que se atrevieron se relatan historias de hace más de treinta años, cuando el racismo estaba muy presente. En la actualidad la supremacía blanca está surgiendo de nuevo (prueba de ello son las recientes manifestaciones y protestas en Charlottesville, EEUU). ¿Tiene en mente escribir nuevos relatos cortos enfocados en el racismo de la sociedad actual?
No lo descarto. El racismo, por desgracia, se coló en mi vida cuando nací y, aunque sea de forma tangencial, aparecerá. De hecho, estoy empezando ya algo. Aún no sé si será un libro o algo más pequeñito pero habla, de nuevo, de la búsqueda de un lugar en el mundo, del proceso de conformación identitaria vinculado al espacio, de ir a África a buscar raíces… Yo fui a Guinea a vivir un año, precisamente, porque en España, por esa racialización de la nacionalidad de la que hablaba, me costaba que me sintieran en casa (y, en ocasiones, sentirme). Al llegar ahí me quedó claro que hay personas que somos hijas del Estrecho de Gibraltar, siempre perteneceremos a los dos mundos y en ambos nos considerarán ajenos, lo importante es aprehenderlos y hacerlos nuestros, ser esa agua, adaptarse a las dos orillas y trabajar para que las mentalidades cambien.

En su opinión, ¿cómo se puede plantar cara a la lacra del racismo y la xenofobia implantada con fuerza en nuestro país en los últimos años?
El punto de partida es reconocerlo. A partir de ahí, encontrándonos, conociéndonos, hablando, escuchándonos y combatiéndolo juntos. El racismo no es sólo una cuestión de la población minorizada, es un problema de la sociedad en su conjunto.

Por último, nos gustaría conocerle como lectora. ¿Qué libro recomendaría a los seguidores de este blog? ¿Y por qué?
Me gustaría recomendar el foto libro de otro autor afroespañol: “Y tú, ¿por qué eres negro?”, de Rubén H Bermúdez. Fue becado por la Fundación La Caixa para realizar un proyecto de investigación en materia fotográfica y, tras un año sumergido en el archivo de la Biblioteca Nacional y recibiendo información de varias fuentes, ha dado a luz a un LIBRÓN en el que de forma valiente, descarnada y personal aborda el tema de la raza y el racismo en España. A veces te ríes y a continuación se te hiela la sonrisa y luego te vuelves a reír. Es muy potente.


Lucía Asué Mbomío Rubio: “El racismo no es sólo una cuestión de la población minorizada, es un problema de la sociedad en su conjunto”
Lucía Asué Mbomío Rubio: “El racismo no es sólo una cuestión de la población minorizada, es un problema de la sociedad en su conjunto”
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